Blog de Juan-Luis Alegret

Blog de Juan-Luis Alegret para compartir lecturas, ideas y sensaciones sobre el estado del mundo y de sus gentes pues no solo hay que saber vivir, sino que también hay que saber donde vives

21 oct 2024

El Amor Romántico

El amor romántico se ha presentado en los 200 últimos años como el estado civil ideal cuyo lógico fin ha sido la formación de una familia nuclear tradicional.

En el XIX el amor se asoció a la tarea reproductiva femenina, se enmarcó en un espacio concreto: el hogar, se instituyó como rito social: la boda, se perpetuaron las normas de la moral cristianas: fidelidad, convivencia, exclusividad, responsabilidad; y se consolidaron unas costumbres sociales que reificaban el matrimonio y la familia patriarcal como instituciones naturales, lógicas, dadas por supuesto.

La función social del amor romántico en la sociedad occidental ha sido la de afianzar la estabilidad del sistema social familiar monógamo mediante los mitos de la exclusividad, fidelidad, media naranja, etc.

Antecedentes

-             Amor apasionado de la Grecia clásica

-             Amor cortesano de la Edad Media

-             Amor galante occidental del S-XVIII

El ideal del amor romántico está vinculado al individualismo afectivo y a la libertad individual  promovida por el Romanticismo en el S-XIX.

El modelo resultante es la base de la relación de pareja emocionalmente unida y monógama, consecuencia del love-match como opuesto al matrimonio de interés o matrimonio concertado o matrimonio de conveniencia de épocas anteriores.

En estos tipos de matrimonio el principio fundamental era la consecución de la reproducción social, de ahí el énfasis en la igualdad entre los esposos y el papel fundamental de los padres en la elección de pareja.

El matrimonio era la estructura básica para la preservación  o el incremento de la propiedad, un rol que se fue perdiendo bajo el capitalismo. Así mientras que el modelo medieval y moderno debía asumir una incompatibilidad fundamental entre amor y matrimonio, la ideología romántica del XIX asumió su inseparabilidad.

Bases epistemológicas

Una de las leyes del pensamiento formuladas por Aristóteles es la del Tercio excluso o pensamiento polarizante. Esta ley establece oposiciones entre razón y emoción, naturaleza y cultura, masculino y femenino, positivo y negativo, bien y mal, verdad y mentira, etc.

Estas oposiciones en pares binarios ocultan la amplia gama de matices y factores interrelacionados que se dan entre todos los procesos de conocimiento e investigación ya que la praxis del pensamiento dual es en sí reduccionista y empobrecedora.

Para esta forma de pensamiento

-        el hombre representaba la cultura, el raciocinio, la civilización, la ciencia, la ley, el orden, la filosofía

-   la mujer representaba la naturaleza, los sentimientos, lo irracional, lo salvaje, lo caótico, lo oscuro, lo incognoscible.

El poder simbólico descansa sobre reificación de la realidad.

La reificación es un proceso mediante el cual los seres humanos llegamos a olvidar que nuestras creencias, cosmovisiones, religiones, mitologías, instituciones, ideologías y nuestra cultura son un producto social, creado por los seres humanos y transmitidos de generación en generación.

En este proceso de olvido subyace la capacidad del poder para prolongar y perpetuar su estatus quo lo que constituye uno de los mayores instrumentos de control social. Es así como la realidad se nos presenta como dada, siendo nosotros los que debemos adaptarnos a ella, y no al revés.

Para la semiótica, o ciencia del sentido, la cultura es necesariamente interpretativa y las interpretaciones nunca producen un momento final de verdad absoluta.. Al contrario, a las interpretaciones siempre siguen otras interpretaciones, en una cadena sin fin. Pierce, Saussure, Barthes, Eco, Greimas, Geertz, etc. Comparten este punto de vista según el cual la sociedad se mantiene unida mediante la participación común en un sistema de significación.

Las reificaciones de la institución del matrimonio suceden cuando este se ve como una imitación de actos divinos de creatividad, como un mandato universal de la ley natural, como la consecuencia necesaria de fuerzas biológicas o psicológicas o como imperativo funcional del sistema social. Lo que tienen en común estas reificaciones es que ofuscan el sentido del matrimonio en cuanto es una producción humana continua.

Es así como mediante la reificación el mundo de las instituciones parece fusionarse con el mundo de la naturaleza convirtiéndose en necesidad y destino y viviéndose íntegramente como tal, con alegría o tristeza según el caso.

En el S-XVIII apareció la conveniencia del matrimonio. El primer paso fue seducir a la mujer mitificando el amor y la figura de la feliz casada. El segundo fue la sujeción legal y económica de la mujer al hombre por medio del matrimonio.

El momento clave se dio cuando el libre consentimiento se instituyó como la base del matrimonio: es entonces cuando el amor y el matrimonio quedaron firmemente unidos.

Los contrayentes empezaron a elegir pareja, y los cabezas de familia dejaron de decidir el destino de hijos e hijas. Hombres y mujeres empezaron a elegir por sus grados de afinidad y sentimientos. Gracias a esa libertad se constituyó el mito del amor legalizado, que invisibiliza la dimensión económica del matrimonio.  

Pincipales mitos asociados al amor romántico (Yela Garcia)

Mito de la “media naranja”, o creencia en que elegimos a la pareja que teníamos predestinada de algún modo y que ha sido la única o la mejor elección posible. Este mito tiene su origen en la Grecia Clásica y se intensifica con el Amor Cortés y el Romanticismo. Su aceptación podría llevar a un nivel de exigencia excesivamente elevado en la relación de pareja, con el consiguiente riesgo de decepción, o de una tolerancia excesiva al considerar que siendo la pareja ideal hay que permitirle más o esforzarse más (uno/a mismo/a) para que las cosas vayan bien (pudiendo llegarse a la dependencia afectiva).

Mito del emparejamiento o de la pareja, creencia en que la pareja (heterosexual) es algo natural y universal y en que la monogamia amorosa está presente en todas las épocas y todas las culturas. La aceptación de esta creencia puede dar lugar a conflictos internos en aquellas personas que se desvíen de algún modo de esta creencia normativa (personas no emparejadas, que lo están con personas de su mismo sexo o con más de una persona,…).

Mito de la exclusividad, o creencia en que es imposible estar enamorado/a de dos personas a la vez. La aceptación de esta creencia puede suponer conflictos internos y/o relacionales al entrar en colisión con aquellas normas sociales que imponen las relaciones monógamas.

Mito de la fidelidad, o creencia en que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos deben satisfacerse exclusivamente con una única persona, la propia pareja, si es que se la ama de verdad. Ciertas perspectivas teóricas (como la sociobiológica) sostiene que las relaciones fuera de la pareja son un universal, por lo que resultaría problemático llevar esta creencia a la práctica, mientras que no hacerlo causaría sanciones sociales, es decir, se tome la alternativa que se tome, podría aparecer el conflicto.

Estos tres mitos (del emparejamiento, de la exclusividad y de la fidelidad) fueron introducidos por la Cristiandad (y se hallan presentes en escritos de San Agustín, San Jerónimo o Santo Tomás) con objeto de instaurar un nuevo modelo de relación de pareja (amar sólo a una persona, tener relaciones sexuales sólo con ella, y establecer una relación heterosexual), diferenciado de los de épocas y culturas anteriores. Los mitos sobre la castidad o la sexualidad como algo pecaminoso, también introducidos por el Cristianismo, tendrían el mismo objetivo.

Mito de los celos, o creencia en que los celos son un signo de amor, e incluso el requisito indispensable de un verdadero amor.

Este mito fue también introducido por la Cristiandad como un garante de la exclusividad y la fidelidad, anteriormente comentadas. Suele usarse habitualmente para justificar comportamientos egoístas, injustos, represivos y, en ocasiones, violentos y aparece en algunos de los modelos explicativos multicausales como uno de los antecedentes de la violencia de género.

Mito de la equivalencia, o creencia en que el “amor” (sentimiento) y el “enamoramiento” (estado más o menos duradero) son equivalentes y, por tanto, si una persona deja de estar apasionadamente enamorada es que ya no ama a su pareja y lo mejor es abandonar la relación. Algunas investigaciones sugieren que los procesos biológicos, psicológicos e interpersonales característicos de las fases de enamoramiento intenso van modificándose con el tiempo, dando lugar a procesos de otro tipo. Aceptar este mito supone, en cambio, no reconocer la diferencia entre una cuestión y otra y no reconocer esa transformación, lo que podría llevar a vivirla de modo traumático.

Mito de la omnipotencia o creencia en que “el amor lo puede todo” y por tanto si hay verdadero amor los obstáculos externos o internos no deben influir sobre la pareja, y es suficiente con el amor para solucionar todos los problemas y para justificar todas las conductas.

Este mito puede ser usado como una excusa para no modificar determinados comportamientos o actitudes, o llevar la negación de los conflictos de pareja, dificultando su afrontamiento.

Estos dos mitos (de la equivalencia y de la omnipotencia) fueron introducidos por el Amor Cortés y potenciados posteriormente por el Romanticismo.

Mito del libre albedrío, o creencia en que nuestros sentimientos amorosos son absolutamente íntimos y no están influidos por factores socio-biológico-culturales ajenos a nuestra voluntad y conciencia.

Este mito se expande durante el Renacimiento, el Barroco y, posteriormente, durante el Romanticismo.

Aceptar este mito supone no reconocer las presiones biológicas, sociales y culturales a las que las personas estamos o podemos estar sometidas, lo cual puede generar exceso de confianza, culpabilización, etc. Mito del matrimonio o de la convivencia, creencia en que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja y constituirse en la única base de la convivencia de la pareja.

En relación a sus orígenes, a finales del s. XIX se inicia una corriente (que se consolida en el s. XX) que vincula por primera vez en la historia los conceptos de amor romántico, matrimonio y sexualidad y a partir de la cual el amor romántico se hace normativo, el matrimonio deja de ser concertado y pasa a ser por amor y se considera que, además del amor romántico, también la satisfacción sexual deben darse en el matrimonio.

 Esto supone pues una contraposición a lo que había ocurrido en épocas anteriores (por ejemplo, en el Amor Cortés que surge como opuesto al matrimonio). Este mito establece una relación entre dos elementos, uno que se pretende duradero como es el matrimonio, y un estado emocional transitorio como es la pasión, lo cual resulta difícil de gestionar y puede llevar fácilmente a la decepción.

Mito de la perdurabilidad o de la pasión eterna creencia de que al amor romántico y pasional de los primeros meses puede y debe perdurar tras años de convivencia.

 Este mito surge también muy ligado a la corriente que vincula amor romántico y matrimonio. Sin embargo, los estudios sobre el tema coinciden en señalar que la pasión amorosa tiene “fecha de caducidad” con lo que esta creencia puede tener consecuencias negativas sobre la estabilidad emocional de la persona y de la pareja.

Mito del matrimonio o convivencia creencia de que al amor romántico pasional debe conducir a la unión estable de la pareja, y constituirse en la (única) base del matrimonio (o de la convivencia en pareja). Esto causa problemas porque la institucionalización de la pasión  y el paso del tiempo, acaban con ella. 

Mito del emparejamiento creencia en que la pareja es algo natural y universal. Así, la convivencia de dos en dos, ha sido reificada en el imaginario colectivo e institucionalizada en la sociedad.

Gracias a nuestra capacidad racional, podemos deconstruir estos mitos para llegar a conocer la cultura que los creó. En estos mitos están insertos los miedos, las motivaciones, el sistema de creencias, los valores, la ética, los modelos a seguir y los deseos de los miembros de esa cultura. Es así como se podrá acabar con el patriarcado a nivel narrativo, emocional e ideológico.

Los mitos amorosos crean expectativas desmesuradas que aprisionan a la gente en divisiones y clasificaciones que perpetúan un sistema jerárquico, desigual, y basado en la dependencia de sus miembros.

Además provocan dolor en la gente porque el amor no es eterno, ni perfecto, ni maravilloso ni no viene a salvar de nada.

La utopía del amor romántico, con sus idealizaciones, es la nueva religión colectiva que nos envuelve en falsas promesas de autorrealización, plenitud, y felicidad perpetua.

Un poco de historia sobre el amor romántico

El surgimiento del amor romántico se produce en la Europa occidental, bajo la forma de un ideal, entre el siglo XVIII y XIX[1]. Se disemina globalmente de forma casi hegemónica a lo largo del siglo XX gracias en buena medida a la ayuda de los "media" en el marco de la irrupción de la sociedad de consumo.

Este ideal va ligado fundamentalmente al individualismo afectivo y la libertad individual promovidos por el romanticismo.

El modelo resultante constituye la base de la pareja monógama emocionalmente implicada, consecuencia del llamado matrimonio por amor, en contraposición al denominado matrimonio por interés –o matrimonio arreglado o amor convenido- prototípico de la sociedad pre-industrial, agraria, tradicional, pre-moderna o del antiguo régimen.

La irrupción del amor romántico trastocó y revolucionó las bases del modelo sexo-amoroso anterior.

El amor romántico se gesta en gran medida en un corpus de literatura sentimental dirigida básicamente a las mujeres y en el contexto de las revoluciones burguesa e industrial.

Constituye, en este sentido, una de las principales bases legitimadoras de la segregación de roles que fundamenta la sociedad industrializada y es una referencia capital en parte del desarrollo futuro de la sociedad de consumo.

Por otra parte, el amor romántico supone que hay sólo una persona en el mundo con la que uno puede unirse a todos los niveles, y se idealiza en  conceptos como el "príncipe azul", o se metaforiza con imágenes como la de la media naranja. Todo ello presupone que se puede establecer con alguien un vínculo emocional duradero sobre la base de las cualidades intrínsecas.

 

Así, el amor romántico descansa sobre la idealización del objeto del amor y el mutuo acuerdo de la pareja para unirse para siempre, para lo bueno y para lo malo.

Con estos presupuestos no es de extrañar que elementos tales como la posesión, la exclusividad, los celos y la fidelidad sexual aparezcan como pruebas de amor en la retórica romántica, bajo la fórmula del control amoroso generalizado que reproduce la familia burguesa tradicional.

La pareja romántica pasará a ser también el lugar del placer y de la auto-realización más que el de la reproducción y del ámbito de las obligaciones sociales.

Pasión, durabilidad y libertad de elección son las bases fundamentales del nuevo concepto de amor surgido con el romanticismo y del nuevo ideal amoroso difundido por éste, sin olvidar el carácter ideal de este nuevo patrón, porque sus principios distan en ocasiones de la realidad sobre la que actúa y que a su vez contribuye a conformar.

Así, por ejemplo, el ideal, aún hoy muy presente, del amor para toda la vida convive desde hace décadas con la generalización del divorcio y del patrón de la monogamia sucesiva.

La ironía es que incluso en el "mundo desarrollado" la idea de una relación basada enteramente en el amor es una ficción. Y no sólo por la tozuda tendencia de la gente a casarse con gente igual a ella, sino también porque la idea de la conyugalidad afectiva contrasta con los datos sobre el sexo extra-marital - que muestran cómo el sexo, al igual que sucedía en la pre-modernidad, es más prevalente fuera del matrimonio- y con la importancia del dinero en las relaciones de pareja, tal como evidencian gran parte de los procesos de divorcio.

Superación del amor romántico

La distancia y contradicciones entre el ideal romántico y las prácticas amorosas de la mayoría, y los cambios producidos desde la irrupción y el dominio del amor romántico hasta nuestros días, han hacen necesarias nuevo análisis sobre su vigencia y sus transformaciones.

Para Giddens (2000: 63), el amor romántico fue yendo sustituido por el  amor confluente: un amor contingente, activo, que se desembaraza de la eternidad - “para siempre”- y la exclusividad -“uno y solamente uno”- propias del amor romántico para fundarse en la reflexividad, también en el ámbito de la intimidad emocional.

Este amor confluente, por otro lado, va de la mano de otra expresión también utilizada por Giddens (2000), la de relación pura: una relación basada en la igualdad sexual y emocional entre sus miembros, caracterizada por el hecho de que se establece por iniciativa propia y se prosigue sólo en la medida en que se juzga por ambas partes que produce la suficiente satisfacción para cada individuo.

La durabilidad se halla sujeta a la satisfacción individual. La relación pura empareja de forma indisociable el amor y la sexualidad, la igualdad y la libertad, y el dar y el recibir equitativamente.

El amor contemporáneo constituye un intento, en cierto modo, de reconciliar deseos contradictorios, fuerzas dialécticas en conflicto, como son

-        deseo de fusión (con la consiguiente aspiración al amor eterno, indivisible, libre de mentiras), 

-       deseo de individualización (véase Beck y Beck-Gernsheim, 1998), con el consiguiente amor “con derecho de devolución”, consistente en su abandono cuando ya no se dan las imprescindibles dosis de pasión ni comunicación[2].

Para Illouz (1998) lo que se ha producido es la pérdida de la inocencia del amor y la entronización de la aventura amorosa como paradigma de la condición postmoderna.

En tanto que en el planteamiento de Giddens la elegibilidad y la individualidad parecen desembocar en una cierta trascendentalidad de la relación amorosa, la propuesta de Illouz se decanta hacia lo que Béjar (1995) denomina la fascinación de una cultura destrascendentalizada basada en una lógica individualista cuyo valor central es el yo. 

La novedad se constituye como la mayor fuente de satisfacción, y por ello la aventura amorosa se erige en el intento por retener y repetir, compulsivamente, la experiencia primordial de la novedad en contraste con la narrativa romántica del gran amor, que es teleológica, absoluta y de pensamiento único.

La aventura amorosa ofrece un doble motivo de consumo: la libertad de elección entre diversos partners de acuerdo con nuestras preferencias por un lado,  y el placer transitorio y renovable por otro[3].

A pesar de todo, las relaciones de signo tradicional –matrimonio institucionalizado de tipo perenne- siguen estando muy presentes.

El patrón de matrimonios sucesivos -una realidad incluso mayoritaria-  no impide ni es incompatible con el hecho de que aún amplias capas de la población expresen el deseo de llevar a cabo un matrimonio “para toda la vida” o con un elevado grado de estabilidad en el marco de lo que se ha denominado neoromanticismo.

Tal como sucedía con el ideal romántico, ahora también estamos ante una idealización de las relaciones sentimentales que diverge considerablemente de las prácticas “reales”

Amores periféricos y sexualidades periféricas

Las reflexiones teóricas sobre las transformaciones del concepto de amor y de las relaciones sexo-amorosas han sido a menudo acusadas de elaborar grandes narrativas que mediante la generalización y la abstracción excluyen de su análisis las experiencias subjetivas, íntimas y particulares en este terreno.

Nosotros defendemos, a pesar de sus limitaciones, la pertinencia y utilidad de estas generalizaciones o abstracciones que proponen visiones panorámicas y detectan tendencias.

No obstante no debemos olvidar que la realidad social no es homogénea y menos aun cuando se pretende hablar de tendencias, cambios y transformaciones. Es, por tanto, su significatividad, por encima incluso de su representatividad estadística, lo que les confiere valor y utilidad comprensiva.

A nuestro entender, una posible configuración de todo lo expuesto anteriormente pasaría por considerar:

-        el amor romántico como referente hegemónico imaginario[4];

-        la relación pura como referente ideal a alcanzar; y

-     el amor pre-moderno y/o el realista, como referentes hegemónicos de lo que debería ser el amor conveniente o aceptable; un collage de ideologías amorosas que de hecho es lo que acaba construyendo el amor postmoderno[5].

Esta intersección y pluralidad de referentes sigue presentando, no obstante, un núcleo o base relativamente estable a pesar de la aparente diversidad que propone.

El núcleo base del amor romántico sigue centrándose en la tríada: fusión, dualidad y territorialidad.

La relación que vincula sexo y amor es prácticamente indisociable; que se sustenta en:

-        la pareja -mayoritariamente heterosexual, aunque no necesariamente-;

-        que supone la creación de una unidad más o menos estable de convivencia durante el tiempo que dure.

Siendo esto así, las periferias al núcleo básico de las relaciones sexo-amorosas deberían configurarse en buena medida en torno a:

- la separación del sexo del amor;

- la superación de la fórmula de la pareja

- y/o la inexistencia de convivencia entre los miembros que forman parte de la relación.

Por otra parte, aún en sociedades tan pornificadas y sexualizadas como las nuestras (Attwood, 2009; Paasonen et al., 2007) la sexualidad se posiciona en un lugar incierto entre lo aceptable y lo prohibido, lo normativamente común y lo innombrable.

Esta sobresignificación de la sexualidad en las sociedades contemporáneas occidentales está sin duda relacionada con la hipótesis foucaultiana de la represión (Foucault, 1984: 23 y ss).

Tan reprimida y condenada a la prohibición está la sexualidad en occidente (véase Paglia, 2001), que hablar de sexo ya se considera un hecho transgresor en sí mismo.

Al mismo tiempo que la sexualidad, y muchas prácticas sexuales son aún tabú, una vida sexual activa y placentera se ha convertido en un prerrequisito para la plenitud individual y de pareja.

En las sociedades de tradición cristiana, la idea de que el sexo es el depositario de la moral personal sigue estando presente, y la idea de la sexualidad no normativa como pecado, motivo de sospecha y amenaza a los modelos tradicionales de familia, sigue marcando los límites entre sexualidades aceptables y no aceptables.

La sexualidad humana es tremendamente plástica y susceptible de desarrollar múltiples y variadas formas de relación sexual, como un repaso a la realidad transcultural y transhistórica rápidamente demostraría.

La necesidad de controlar la llamada "pulsión sexual" y a la vez asegurar la reproducción social -la tasa de reposición de las poblaciones- ha convertido la sexualidad en un principio de orden social, para lo cual se requiere su limitación y control. 

El sistema de jerarquía y estratificación sexual dibujado por Rubin en 1989 no ha sufrido grandes transformaciones a nivel social y el sexo "bueno" sigue siendo el sexo en pareja, monógamo, procreador, heterosexual, en relación y gratis, mientras que el sexo "malo", "anormal", "antinatural" o "maldito" es el sexo homosexual, promiscuo, comercial, intergeneracional, en público, sadomasoquista, sin matrimonio, no procreador, etc. etc. (1989: 20).

BIBLIOGRAFIA CITADA

Begoña Enguix & Jordi Roca. 2015 Rethinking Romantic Love. Discussions, Imaginaries and Practices. Cambridge Scholars Publishing,

Beck, U. y Beck-Gernsheim, E. (1998) El normal Caos del Amor. Barcelona: El Roure

Giddens, A. 2000 La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas. Madrid: Cátedra

Herrera, C. 2010 La construcción sociocultural del amor romántico. Madrid: Fundamentos.

Jankowiak, W. (Ed.) 1995 Romantic Passion. A universal experience? New York: Columbia University Press.

Jankowiak, W. y Fischer, E. 1992 "A Cross-Cultural Perspective on Romantic Love", Ethnology 31(2): 149-155.

Laqueur, T. 1994 La Construcción del Sexo. Cuerpo y Género desde los Griegos hasta Freud. Madrid: Cátedra.


[1] Debemos señalar no obstante que para muchos autores el amor romántico constituye un universal, o casi universal, humano (véase por ejemplo Jankowiak, 1995; Jankowiak y Fischer, 1992 y Fisher, 1999).

[2] Para Bawin-Legros (2004: 247) este intento de reconciliación de deseos opuestos sería propio sobre todo de las clases medias, puesto que en las clases bajas predominaría fundamentalmente el deseo de fusión dentro de las parejas, en el marco de la concepción dominante de la familia como refugio.

[3] Una fuente de información impagable –y, no obstante, escasamente utilizada por los científicos sociales- para observar el calado de los cambios y permanencias en el terreno amoroso son las letras de las canciones. En este punto no podemos dejar de traer a colación una estrofa de una canción de Joaquín Sabina que parece ir al dedillo de la idea que estábamos expresando en el texto: “Porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”.

[4] Herrera habla de la mitología romántica heredera del siglo XII y del siglo XIX que se ha convertido en el siglo XXI en una suerte de “utopía colectiva emocional” (2010: 378).

[5] Los teóricos de la postmodernidad la definen a menudo como una cultura de la fragmentación, del pastiche, del patchwork, de lo híbrido, en donde se intercalan, superponen y combinan, sin ningún tipo de jerarquías, elementos tanto pre-modernos como modernos de distinta naturaleza (véase por ejemplo Lyon, 1994). 


26 may 2023

Cabreoterapia

 CABREOTERAPIA

Hace poco un amigo me echó una bronca monumental. "No puedes seguir por más tiempo con esa terapia zen que te has automedicado", me dijo, "porque estás alcanzando unos niveles tales de ataraxia (imperturbabilidad, serenidad) que, a tu edad, pueden ser mucho más letales que ese estrés imaginario que tanto combates desde los sesenta". Y concluyó: "La calma está bien, incluso muy bien, pero esa calma de raza vegetal tampoco es buena para la salud". "Los organismos vivos, para seguir estando vivos, necesitan producir estrés. Tienes que cabrearte más, y continuamente, si no quieres desaparecer por calma total". Y me recetó urgentemente una terapia de la que nunca había oído hablar: la cabreoterapia. Por lo visto, el cuerpo necesita cabrearse (producir y emitir estrés) un par de veces al día, a ser posible a la hora del desayuno, para combatir esa ataraxia budista (sic) que me estaba llevando de la calma total a la inanidad. "Haz el mismo ejercicio que tus colegas, cabréate con las noticias del día y haz criticas furibundas y a ser posible muy apocalípticas", me dijo antes de despedirse.


 

24 mar 2023

ANTROPOLOGIA E HISTORIA DEL MATRIMONIO

ETNOLOGIA DEL MATRIMONIO

Por lo que se conoce solo una sociedad no hizo del matrimonio una manera esencial de organizar la vida social y personal: los na de la provincia China de Yunnan estudiados por le antropólogo Cai Hua, 1998. Une société sans père ni mari. Les Na de Chine. Paris: PUF. 1998.

 Los na son la única sociedad conocida en la cual el matrimonio no es una institución significativa. Los hermanos y hermanas viven juntos y entre todos crían, educan y mantienen a los hijos que las mujeres dan a luz.

 Con esta excepción podemos decir que el matrimonio es una institución social universal. Sobre la definición de matrimonio no existe un acuerdo unánime.

 Unos explican la universalidad por la exigencia biológica de unirse y reproducirse. Así hay quien piensa que el matrimonio es la mera extensión de esos procesos biológicos que hacen que los animales se unan en parejas.

 A lo largo de la historia el matrimonio unía, no solo a dos personas, sino a dos grupos y eso es algo más amplio que la expresión de las funciones biológicas. Además, las practicas matrimoniales de los humanos están universalmente sujetas a reglas que regulan, entre otras cosas, quién puede casarse con quien.

 En 1949 Murdock, Social structure definió el matrimonio como:

“institución universal que implica que un hombre y una mujer vivan juntos, mantengan relaciones sexuales entre si y cooperen económicamente”

 Esta definición parece sensata pero esta llena de excepciones que la hacen inaplicable universalmente.

 Maridos y mujeres que viven separados:

- Entre los Ashanti de Ghana y los Minangkabau de Indonesa los hombres viven con sus madres y hermanas aun después del matrimonio

- Entre los gururumba de Nueva Guinea los hombres duermen en casas separadas y trabajan parcelas distintas a sus mujeres. Solo coinciden en la preparación y consumo de la comida principal.

- Entre los bemba de Zambia ni comen juntos

Maridos y mujeres no se guardan fidelidad mutua

La fidelidad recíproca es un invento bastante reciente.

Numerosas culturas permitían que los maridos buscaran graficación sexual fuera del matrimonio y en menor escala, también a las mujeres.

De 109 sociedades consultadas por D.R. White, 48 prohibían el sexo extramatrimonial, a ambos cónyuges. La antropología llama a esto “préstamo de mujer” o “privilegio masculino” según se trate de uno u otro.

En algunas sociedades la decisión de intercambiar parejas queda a cargo de la mujer.

Entre los dogon, las mujeres jóvenes casadas buscan abiertamente establecer relaciones extramatrimoniales con el beneplácito de sus madres.

Entre los yoruba de Nigeria una esposa puede tomar un amante durante su primer matrimonio. Esta tan arraigado que el amante tiene derecho en su momento de pedir a su examante que case a una hija de ella con un hijo de él.

Entre los inuit del N. Alaska, maridos y esposas de mutuo acuerdo establecen co-matrimonios con otras parejas.

Maridos y mujeres no cooperan económicamente:

- Entre los yoruba y muchos otros grupos africanos, marido y mujer no unen sus recursos en un fondo común del hogar,

El Royal Anthropological Institute hizo su intento de definición de matrimonio centrándose en el papel en relación a los hijos:

            unión entre un hombre y una mujer por la cual se reconoce como fruto legítimo de ambos miembros de la pareja a los hijos nacidos de la mujer”

Pero esta definición también es inaplicable universalmente

-        hay sociedades de Africa Occ. donde una mujer puede casarse con otra y tomarla como marido femenino.

-        numerosas sociedades africanas y de amerindios reconocen matrimonios entre hombres.

-    otras sociedades aceptan casamientos con fantasmas o espíritus, como ocurre entre los chinos y los sudaneses. Así una muchacha o un muchacho pueden ser entregados en matrimonio al hijo o hija muerto de otras familia con el propósito de fortalecer los vínculos de dos grupos familiares

-     en muchas sociedades la forma ideal de matrimonio es de un hombre con varias mujeres. Al revés es menos frecuente. Entre los Toda del S. de la India era habitual casar a las niñas de muy jóvenes (2,3 años). Asi pasaban a ser la esposa, no solo del niño con la que se le había casado, sino también de todos sus hermanos. Cuando llegaba la edad de mantener relaciones sexuales lo hacia con todos ellos, y solo cuando quedaba en cinta, uno de los hermanos le entregaba un arco y una flecha de juguete y le prometía el próximo ternero que naciera en el rebaño. Desde entonces ese joven era considerado el padre de todos los niños que diera a luz la mujer, salvo que ella hiciera la ceremonia del arco y la flecha con otro.

Estas formas de matrimonio son etnográficamente poco frecuentes por eso Suzanne Frayser tomó una muestra de 62 sociedades de todo el mundo para determinar cuales eran las funciones que cumplía el matrimonio con mayor frecuencia. Sobre esa base estadistica Frayser definió el matrimonio como:

            “una relación en la cual una sociedad prueba socialmente y promueve las relaciones sexuales y el alumbramiento de niños”

Sin embargo, la diversidad de formas de matrimonio es tan grande a lo largo de la historia que cualquier intento de definirlo a partir de sus funciones más frecuentes no basta para explicar en que consiste el sistema matrimonial de un sociedad en particular, no cómo ese sistema cambia a lo largo del tiempo.

Leach propuso un enfoque diferente para definir el matrimonio, según el cual,

debía entenderse más en relación a la regulación de la propiedad que a la regulación de las relaciones  sexuales y la procreación

Estableció como las funciones del matrimonio las siguientes:

-        Reconocer el padre legal para los hijos de una mujer, o la madre legal para los hijos de un hombre.

-        Dar a uno, o ambos cónyuges, el monopolio de la sexualidad sobre el otro.

-        Dar a uno, o a ambos, los derechos sobre el trabajo del otro.

-        Dar a uno, o a ambos, los derechos sobre las propiedades del otro

-        Establecer un fondo común de propiedad "asociación" en beneficio de los hijos

-        Establecer una relación de afinidad socialmente significativa entre los cónyuges y sus parientes

Así definió Leach el matrimonio:

           la serie de normas legales que gobiernan la forma como pasan, de generación en generación, los bienes, los títulos y la jerarquía social”

Sin embargo, en las civilizaciones más complejas, los derechos hereditarios han estado siempre en el centro de la cuestión matrimonial.

Por eso la definición de matrimonio “legítimo” ha sido un tema crucial y en disputa. Sin embargo, en algunas sociedades, los derechos hereditarios no dependen del matrimonio:

-        entre los kachin del N. de Burma, un niño nacido fuera del matrimonio se consideraba legítimo si el padre pagaba una multa a la madre y a su familia,

-        entre los kandyan de Sri Lanka, la legitimidad de un niño derivaba de la madre.

Otra variante de la relación entre matrimonio y herencia es la que se daba en Oriente Próximo entre aquellas sociedades que reconocían la costumbre pre-islámica del mut’a o matrimonio temporal. Así se permitía la intimidad sexual en ciertas circunstancias sin someterlas a las severas penas en vigor. En estos matrimonios provisionales, una vez terminado el contrato, los cónyuges no mantenían ninguna obligación mutua. Pero si la mujer quedaba en cinta el niño era legitimado y tenía derecho a la herencia de su padre. La mut’a era censurado por los sunitas pero aceptado por los shiítas y por los judíos de babilonia.

Otras sociedades no dan ninguna importancia a la “legitimidad” de los niños ara determinar sus derechos.

- entre los montagnais-naskapi de la Península del labrador y Québec, a comienzos del S-XVII, a la llegada de los jesuitas les sorprendió la libertad sexual de las nativas. Uno de los misioneros aconsejó a un hombre naskapi que impusiera un control a las actividades de su esposa para poder reconocer a sus hijos. El naskapi sorprendido les respondió: ustedes los franceses solo aman a sus propios hijos, pero nosotros queremos por igual a los hijos de toda la tribu.    

El concepto de ilegitimad es completamente ajeno a las sociedades matrilineales. Como para los navajos, para los que la descendencia y la herencia se transmiten por vía materna.

En japonés no existía ninguna palabra para bastardo hasta la restauración Meiji en 1868. Si tenían un término para distinguir entre el hijo de una concubina y el de una esposa, pero no tenían derechos diferenciales.

En ciertas sociedades el matrimonio puede consistir en un mero reconocimiento público de que viven en pareja y eso indica que están casados.  

En otras, el mero hecho de que un hombre y una mujer coman juntos y solos en público indica que están casados. En otras eso significa que tienen relaciones sexuales.

Propuesta de Definición Universal de Matrimonio:

El matrimonio generalmente determina derechos y obligaciones relacionadas con la sexualidad, el género, las relaciones con los parientes políticos y la legitimidad de los hijos.

También concede a sus miembros derechos y roles específicos en relación con la sociedad más amplia. Define derechos recíprocos del marido y la mujer y con frecuencia los deberes de las respectivas familias. Además hace posible que la propiedad y el estatus social de la pareja o del jefe del hogar pasen a la siguiente generación de forma ordenada 

De este modo podríamos proponer una definición de matrimonio:

      Institución social con la función básica de regular la reproducción, implicando la unión legítima, que se supone relativamente estable, entre dos o más personas que desempeñan roles heterosexuales.

Los orígenes del matrimonio

El matrimonio es un invento social., específico del género humano. MATRIMONIO. Existen cientos de mitos, fábulas o teorías para explicar sus orígenes.

Mito Piegan o pies negros:

Al comienzo, los hombres y mujeres piegan no vivían juntos. Las mujeres construían corrales para los búfalos. Curtían pieles de búfalo y con ellas confeccionaban sus vestidos. Cortaban la carne. En verano recogían frutas silvestres y en invierno las consumían. Sus chozas eran bonitas por dentro. Los hombres en cambio eran muy pobres.. No tenían chozas, usaban los cueros sin curtir.. No sabían cómo construir una choza. No sabían como curtir pieles, no sabían como rebanar la carne seca no cómo coser.

En esta leyenda eran lo hombres y no las mujeres la que necesitaban casarse.  Hambrientos y ateridos de frío, los hombres siguieron a las mujeres y descubrieron dónde vivían. Se reunieron en una colina cercana y esperaron pacientemente a que las mujeres cogieran maridos, y les permitieran entrar en sus chozas. La jefa fue la primera en elegir compañero..

Pero las teorías de ciertos antropólogos y sociobiólogos no son tan diferentes:

Los hombres cazaban animales salvajes y se regalaban con la carne de sus presas. El cerebro les creció porque tenían que cooperar con los demás hombres para organizar la cacería. Se irguieron, fabricaron herramientas, hicieron fuego e inventaron el lenguaje. … Las mujeres en cambio, eran muy pobres, El cuidado de los niños las ataba y no sabían obtener alimentos para ellas mismas ni para sus hijos. No sabían protegerse de los depredadores ni tampoco sabían construir herramientas, no sabían producir obras artísticas no construir chozas no hacer fuego para resguardarse del frío.

En estas dos versiones el matrimonio se transforma en el “la solución” para uno de los sexos.

La versión según la cual el matrimonio se creó para proteger a las mujeres es aun el mito más difundido sobre sus orígenes. Según la teoría del protector o el proveedor, las mujeres de las primeras sociedades humanas no podían sobrevivir si los hombres no les procuraban la carne o les protegían de las fieras o de otros hombres. Peor los hombres solo estaban dispuestos a proteger y alimentar a “sus” mujeres y a los hijos de cuya paternidad estuvieran seguros; por lo cual las mujeres necesitaban encontrar y retener a un compañero fuerte y agresivo.

El modo que tenían las mujeres de retener a un compañero era ofrecerle relaciones sexuales  exclusivas y frecuentes a cambio de comida y protección.

Según esta teoría este es el motivo por el que las mujeres han perdido el celo, que es común a todos los demás mamíferos y por el cual las hembras experimentan apetito sexual sólo a intervalos. Las hembras humanas pasaron a estar disponibles permanentemente lo que les permitió conservar a los hombres en relaciones a largo plazo.

Según la versión de esta teoría planteada por R.Fox “las mujeres pudieron negociar fácilmente a causa de la tendencia del hombre a querer monopolizar a la mujer con propósitos de apareamiento”. R. Fox, The Red Lamp of Incest, 1980:147)

La disposición del macho a negociar carne a cambio de sexo (sin contar con los frutos también aportados por las hembras), fue según Fox “la raíz de la verdadera sociedad humana”.

Quienes sostienen esta teoría proteccionista de la génesis del matrimonio sostienen que la familia nuclear, basada en la división sexual del trabajo –hombre cazador y protector, mujer guardiana del hogar- fue la unidad de supervivencia y protección más importante del Paleolítico.

A mediados del siglo XX esta versión parecía creíble dado que el modelo vigente de matrimonio en casi todo el mundo rico era el mismo: el hombre salía a ganarse el pan y la mujer se quedaba en casa.

La teoría del matrimonio con un marido proveedor fue una manera tardía y breve de organizar las funciones de género y de dividir el trabajo en la historia humana. Entre 1950 y 1970 esta teoría era la más tradicional y natural.

En 1979 el sociobiólogo E. O. Wilson vinculó los matrimonios del varón cazador prehistórico con los matrimonios de la jungla de Wall Street: “durante el día las mujeres y los niños permanecen en el área residencial mientras los hombres buscan la presa o su equivalente simbólico, el dinero     

Aun hoy la teoría protectora vuelve a reciclarse para intentar explicar porqué las mujeres supuestamente se siente atraídas por los hombres poderosos y dominantes y los varones buscan mujeres más jóvenes que sean buenas reproductoras y custodias del hogar.

Pero desde 1970 muchos investigadores fueron refutando esta teoría del macho protector.

Unos negaban el origen prehumano del macho dominador y la hembra dependiente. Mandriles, chimpancés y otros primates no se comportan así.

Otros investigadores, al estudiar grupos cazadores recolectores actuales, ponen en duda la teoría del varón proveedor.

Se ha demostrado que en las sociedades de cazadores recolectores el producto de la la recolección de las mujeres y de la cacería de los hombres se une para proveer a todo el grupo.

Tampoco parece cierto que a las mujeres de estas sociedades, la crianza de los hijos les impidiera seguir recolectando, participar en ciertas cacerías comunales.

Por otra parte los paleontólogos no suscriben la idea acerca de que las primeras sociedades humanas se organizaban en torno a varones cazadores dominantes que proveían alimento y protección a sus familias nucleares. Cazar grandes presas era menos importante para la supervivencia que recolectar plantas, huevos de aves, insectos, crustáceos y mariscos así como cazar pequeños animales o aprovechar los ya muertos por causas naturales.

Existen tres perspectivas teóricas para explicar cómo organizaban los primeros homínidos y humanos la reproducción y la vida familiar:       

- Los humanos primigenios vivían en grupos principalmente femeninos constituidos por las madres, las hermanas y los pequeños, que aceptaban temporalmente la compañía masculina. Los varones jóvenes abandonaban el grupo a la edad de aparearse.

-     Las necesidades de defensa crearon la necesidad de formar grupos basados en el linaje masculino, en los que los padres, los hermanos y los hijos, junto a sus compañeras, permanecían juntos. En este caso eran las hijas las que abandonaban el grupo al llegar a la pubertad.

-  Los grupos se organizaban alrededor de un varón que se apareaba con varias mujeres y viajaba con ellas y sus hijos.

Pero ninguna de estas 3 teorías sugiere que un hombre proveyera individualmente las necesidades de “su” mujer y sus hijos; o que la pareja varón-mujer fuera la unidad fundamental de la supervivencia y la cooperación económicas: en el Paleolítico la familia nuclear era a todas luces inviable como modelo de organización social.

Las sociedades se configuraban en bandas de c/r nómadas que se desplazaban según las estaciones y condiciones de un lugar a otro.

El matrimonio fuen invento cultural humano de vital importancia. Una de sus funciones básicas ene. Paleolítico era la de forjar redes de cooperación más allá del grupo familiar inmediato o la banda local.

La bandas necesitan establecer relaciones amistosas con otras a fin de poder desplazarse seguras por el territorio.

El arqueólogo Brian Hayden propone 5 estrategias para crear esas relaciones con otros grupos y para reducir las tensiones:  

-        Hacer frecuentes visitas informales

-        Compartir con otras bandas las piezas cobradas

-        Ofrecer obsequios

-        Organizar recolecciones periódicas más amplias en ocasiones rituales

-        Pactar matrimonios y alianzas de parentesco

La utilización del matrimonio para crear vínculos de parentesco (políticos) entre grupos es una forma muy potente de unir grupos porque los niños nacidos de esas uniones tenían parientes en ambos grupos.  

Sin embargo, todo grupo que enviaba a uno de sus hijos/as a otro grupo para establecer una alianza matrimonial esperaba, que a cambio, ese otro grupo le entregara a su vez jóvenes dispuestos a casarse.

Además, para que los vínculos entre los grupos fueran duraderos debían renovarse en las sucesivas generaciones. De ahí los diferentes tipso de alianza matrimoniales entre grupos.     

Sistemas de alianzas matrimoniales: sistemas elementales o prescriptivos y sistemas complejos.

a. Sistemas elementales o prescriptivos: pueden ser de intercambio directo o de intercambio asimétrico

b. Sistemas prescriptivos de Intercambio directo

Es el que se produce entre dos o más grupos que Interactúan directamente dando y recibiendo mujeres. El grupo/s dador coincide con el grupo/s receptor.

El ejemplo más sencillo entre dos grupos es el intercambio de hermanas (en sentido clasificatorio = primos) entre dos hombres.    A <======> B.

El intercambio no ha de ser simultáneo sino que quien recibe reconoce que debe retornar o compensar a una persona por otra..

Otro ejemplo muy corriente es el del matrimonio prescriptivo con la prima cruzada matrilateral, o sea la hija del hermano de la madre (Sistema feudal).

Primos cruzados: hijos de dos hermanos de distinto sexo

Primos paralelos: hijos de dos hermanos del mismo sexo

Sororato: norma que obliga a un hombre a casarse con la hermana (clasificatoria) de su esposa difunta.

Objetivo es mantener intacta la alianza inicial.

Levirato: una mujer se casa con el hermano del esposo difunto Deuterónimo 25,5-10. Ley del Levirato.

Sistemas prescriptivos de Intercambio asimétrico

el grupo dador de mujeres no coincide con el grupo receptor, generándose así una cadena de intercambios.

Este sistema asimétrico parece bastante apto para crear alianzas entre un amplio número de grupos y entre grupos de estatus social distinto.

                        A ---> B ---> C --->……… --> N ---> A

Cuando A cede una mujer a B espera una mujer de N pero recibe una compensación de B.

En un sistema de este tipo asimétrico, según lo practican los murngin de Australia, el circulo de intercambio de esposa solo se completa al cabo de 7 generaciones   

Sistemas complejos  son los que se limitan a establecer la prohibición de casarse con determinadas personas, dejando libertad para la elección del cónyuge. 

Ambos sistemas suponen el riesgo de que no se cumpla la contrapartida.

En la década de los 1970’s investigadoras feministas partiendo de la idea levi-straussiana acerca de que el matrimonio se originó como una manera de intercambiar mujeres y que las alianza matrimoniales se establecen, no entre hombres y mujeres, sino únicamente entre hombres por medio de las mujeres, invirtieron la teoría matrimonial del varón protector. 

Para ellas el matrimonio se originó, no para proteger a las mujeres, sino para oprimirlas. Esto es así ya que las mujeres desempeñaban un papel esencial en la invención de la agricultura, la conservación de los alimentos, y la reproducción física del grupo, el matrimonio fue el resultado, no del esfuerzo de las mujeres por atraer a los protectores y proveedores, sino del interés de los hombres por controlar los poderes productores y reproductores de las mujeres.

De acuerdo a esta teoría de la opresión, los hombres obligaron a las mujeres a casarse, a veces utilizando el rapto, la violación y la violencia. Los hermanos intercambiaban a sus hermanas por esposas y los padres obtenían el poder en la comunidad entregando a sus hijas a los hombres jóvenes. Los hombres ricos acumulaban muchas esposas que trabajaban para ellos, y daban a luz más hijas que servían para seguir aumentando su poder.

Desde la teoría de la opresión Iris Marion Young dice la función histórica del matrimonio ha sido “la utilización de las mujeres como medio para forjar alianzas entre hombres y perpetuar sus linajes…”aun hoy el matrimonio es la piedra angular del poder patriarcal”.

Christine Delphy y Dina Leonard dicen que “el matrimonio fue una de las primeras formas que tuvieron los hombres de beneficiarse del trabajo de las mujeres

Hay pruebas etnohistóricas de que en muchas sociedades, el matrimonio fue realmente una forma utilizada por los hombres de poner a trabajar a las mujeres en su beneficio.

Los indios de las llanuras norteamericanas entre los S-XVII y XIX

Los indios de las llanuras son los más conocidos actualmente. Comían búfalo, utilizaron caballos a partir de del S-XVII, vivian el tipis y no cultivaban. Desde que adquirieron los caballos se combirtieron en los más nómadas de los indios y combatieron al hombre blanco con mucho impetu hasta los 1870's.

Blackfoot, Crow, Sioux (Dakota) Cheyenne, Comanche, entre otros.

En la leyenda de los pies negros sobre los orígenes del matrimonio, los hombres obtuvieron carne seca y frutos silvestres, ropas de abrigo, mocasines blandos y bonitas chozas sólo después de que las mujeres decidieran tomarlos como maridos. En la vida real, los hombres comenzaron a acumular pieles de búfalo, grandes cabañas y otras «cosas bonitas» que a menudo incluían más de una esposa, en un proceso en el que la decisión de la mujer tenía muy poco peso.

Antes de que los europeos introdujeran el caballo en el oeste de Estados Unidos, los pies negros y otros indios de las llanuras cazaban los búfalos a pie tendiéndoles emboscadas. El grupo en su totalidad -hombres, mujeres y niños- participaba de la cacería, que consistía en ir llevando a los animales hasta una trampa o un risco. Los hombres aporreaban al búfalo hasta matarlo y las mujeres se encargaban de salar la carne y curtir los cueros. Aunque los hombres cumplían las tareas más arriesgadas y agotadoras, el trabajo se dividía equitativamente y era episódico; una buena cacería podía suministrar alimentos y ropas para un largo tiempo.

Pero una vez que los europeos introdujeron el caballo, las armas de fuego y el comercio de pieles en Norteamérica, todo cambió. Entonces los hombres pudieron cazar un búfalo individualmente. Tenía los medios y el incentivo para matar más búfalos de los que necesitaban para su propia subsistencia porque podían comerciar el excedente con los hombres blancos y obtener ganancias personales. Esta situación aumentó enormemente la cantidad de cueros por curtir y la cantidad de carne por secar. Los cazadores más efectivos empezaron a cazar más búfalos de los que una esposa podía procesar y, de pronto, tener más esposas significó tener más riquezas. Los hombres más ricos empezaron a acumular esposas ofreciendo caballos a cambio a los padres de las jóvenes.

 
La expansión del comercio de los cueros de búfalo tuvo como consecuencia directa un notable aumento de la cantidad de esposas por cazador y también hizo que la edad en que se casaba una mujer descendiera hasta la preadolescencia, además de multiplicar acentuadamente las restricciones sociales impuestas a las esposas. De acuerdo con ciertos observadores del siglo XIX, la práctica de tener a varias esposas era mucho más común en los grupos que comerciaban con las compañías de pieles y en estos grupos el trabajo femenino era mucho más intenso. Estas tribus eran también las que aplicaban las formas más severas de castigo, como cortarle la nariz a una mujer por adulterio
.

Pekka Hamalainen, “The Rise and Fall of Plains Indian Horse Cultures”. Journal of American History, December 2003

Jane Collier, en Marriages and and Inequality in Classless Society sostiene que la dependencia respecto al matrimonio que tenían los hombres de los grupos de indios de las praderas les llevó a restringir la autonomía de las mujeres y a oligarlas a casarse. Pero esta autonomía admitía que los maridos y parientes generalmente no podían impedir  que una mujer abandonara a su marido, tuviera un amante o se fuera con otro hombre. 

En muchas sociedades que practican la caza y la recolección y una agricultura rudimentaria, es habitual que los padres arreglen el primer matrimonio, llegando hasta poder obligar a una joven a casarse. Sin embargo, en la mayor parte de sociedades sin extensas propiedades privadas el matrimonio tiende a ser frágil y las mujeres cuyas familias han concertado la boda, con frecuencia abandonan al marido y huyen con un amante sin sufrir represalias.

Por todo ello no creemos que el matrimonio haya sido inventado con el propósito de oprimir a las mujeres, como tampoco que haya sido inventado para protegerlas. En la mayor parte de los casos el matrimonio probablemente se originó como un modo informal de organizar la compañía sexual, la crianza de los hijos y las tareas cotidianas de la vida. Se fue haciendo más formal tal y como los grupos empezaron a intercambiar esposas a distancias mayores.

No hubo nada inherente en el matrimonio que protegiera de la violencia a los niños y las mujeres ni que produjera la relación equitativa y afectuosa a la que hoy se aspira. Tampoco hubo nada inherente a la institución matrimonial que exigiera que un grupo se subordinara a otro.

El efecto que tuvo el matrimonio en las vidas individuales de las personas siempre dependió de las funciones que este cumplía en la vida económica y social, funciones que cambiaron continua y radicalmente a lo largo del tiempo.

Con el crecimiento de las desigualdades sociales, la definición de lo que era un matrimonio aceptable se fue reduciendo. Los grupos de linajes ricos y poderosos se negaron a casarse con miembros de grupos más pobres y rechazaron a los niños nacidos de matrimonios o uniones no autorizadas.

Así, si bien al principio parece que el matrimonio había sido un modo de crear y hacer crecer los grupos cooperativos, con el tiempo se fue convirtiendo en el medio utilizado por los grupos de familias poderosas para acumular gente y propiedades.

Los grupos familiares o linajes con una posición social más elevada fueron elevando las exigencias  de “precio” por entregar a uno de sus hijos en matrimonio.

Los jóvenes a menudo tenían que pedir ayuda financiera prestada a sus mayores para poder casarse, lo que reforzaba el control de los mayores sobre los más jóvenes.

Tal y como ciertos grupos se fueron haciendo más poderosos, empezaron a casarse dentro de círculos más restringidos y a veces hasta se alejaban de la exogamia practicando la endogamia a fin de preservar y consolidar la propiedad y los lazos de parentesco.

A mayor riqueza mayor interés por parte de los parientes de influir en la elección del cónyuge, en la estabilidad del matrimonio, y si éste terminaba, en el arreglo de un segundo matrimonio que pudiera asegurar nuevos herederos y obstaculizar la transmisión de la propiedad.

Cuando el matrimonio llegó a ser el principal vehículo de transmisión de posición social y de propiedades, hombres y mujeres sufrieron importantes restricciones a su conducta, aunque casi siempre fueron las mujeres las que se llevaron la peor parte.     

En el mundo antiguo, el invento del arado exacerbó la subordinación de las esposas al disminuir el valor del trabajo agrícola de la mujeres ya que se necesitaban hombres para llevar los bueyes y este trabajo era muy diferente del trabajo agrícola en la huerta. Los maridos empezaron a exigir dotes en lugar de ofrecerlas ellos a cambio de esposas y las hijas se devaluaron hasta el punto de aparecer el infanticidio selectivo femenino.

La propagación de las guerras en los primeros estados también contribuyó a hacer descender el estatus de la mujer.        

Con el aumento de la complejidad y las diferencias sociales las clases superiores exhibían cada vez más sus riquezas adoptando normas de belleza y de conducta en las que se incluían las mujeres. Ropas únicas, joyas pesadas, uñas largas eran elementos que indicaban públicamente que la familia tenia esclavos que hacían el trabajo que alguna vez habían hecho las mujeres y los hijos.

Durante milenios las intrigas de las familias, las autoridades y las elites prevalecieron sobre los deseos individuales de los jóvenes cuando se trataba de elegir o rechazar un cónyuge. Solo han pasado 200 años desde que hombres y mujeres comenzaron a disputar a sus padres, la Iglesia y el Estado el control del derecho a casarse.    

Solo en el último siglo las mujeres han empezado a tener la independencia para decidir su matrimonio sin tener que someterse a la necesidad económica y la presión social

HISTORIA DE LA INSTITUCIÓN MATRIMONIAL

Matrimonio por etapas

a. Códigos mesopotámicos del segundo milenio establecían que el matrimonio era el resultado de actos múltiples, escalonados en el tiempo. Dos actos son los más importantes: la entrega de la tirhatu, algo así como un premio nupcial que el marido ofrecía al padre de la muchacha y luego, el momento cuando la mujer era confiada a su marido.

Con el tirhatu el marido recibía el calificativo de dueño de la mujer y de yerno. Si el matrimonio no se realizaba por culpa del novio éste perdía el tirhatu y los regalos que ya había recibido. Si era culpa del padre, debía pagar el doble.

El matrimonio babilónico requería la redacción de un escrito.

b. Para los hebreos tambien era un conjunto de actos. Negociaciones previas, redacción de la kethuba, acuerdo entre los padres y los futuros esposos, entrega de un mohar, dote aportada por la mujer, ceremonias y fiestas diversas, bendición y finalmente, entrega de la mujer que pasaba a vivir con su nueva familia. A partir del intercambio de los compromisos, mucho antes de que se reuniera con el marido, las relaciones estaban prohibidas y eran castigadas como adulterio y la exponía a la lapidación (Dt 22, 23-24). Si su futuro marido moría antes de la unión, ella quedaba obligada al levirato, por tanto se trataba de algo más que una promesa (esponsales).

c. Para los atenienses V-IV había dos momentos en el matriminio: la enguesis y la ekdosis. El primero era un compromiso (engagement-enguein) entre el futuro marido y quien tuviera autoridad sobre la mujer kúrios. Luego, la entrega era la ekdosis que podía producirse muchos años después del compromiso.

d. Entre los germánicos también dos momentos Verlobung y Trauung. El primero era el compromiso de entregar a la mujer a su futuro marido junto con la autoridad sobre ella que hasta entonces ejercía su padre (mundium). El hombre se comprometía a recibir a la mujer y tratarla como esposa. La trauung completaba la unión al instaurar la vida en común.

e. Roma estableció un régimen distinto de matrimonio. Su derecho se reducía un acto sencillo y breve para la formación del vínculo.

La familia romana era un hogar, que entre los ricos y poderosos podía incluir centenares de personas y cosas: hijos, sirvientes, esclavos, ganado y otras propiedades. Todo pertenecía al paterfamilias, incluyendo a su esposa e hijos. Jurídicamente el pater  no era parte de la familia, ya que era su propietario. En familias humildes la familia de un pater era mucho más modesta.

La definición clásica de matrimonio romano es de Modestina: “El matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, para toda la vida, según la ley divina y humana. (Nuptiae sunt conniunctio maris et feminae et consortium ovnis vital, divini et humani iuris comminatio” Dig. 23,2,1.

En esta definición, para los romanos, el matrimonio no era la unión sexual la que genera el matrimonio sino el consentimiento –teoría consensual-  Esta concepción romana del matrimonio es fundamental para la historia de la institución matrimonial en Occidente. Este mutuo consentimiento de las partes  es visto como un contrato bilateral presente en otras partes del derecho romano.

El entender el matrimonio como una unión permanente no significaba la posterior noción cristiana de matrimonio indisoluble, para toda la vida y haciendo nulo cualquier otro matrimonio. La idea era doble, posibilidad de construir una sola unidad social y posibilidad de poseer propiedades y bienes para su goce en común. Todo ello además de la intención de tener hijos.

A estos aspectos socio-económicos se le añadieron los sentimientos y las actitudes de las personas contrayentes:

- el honor matrimonii que es el decoro y la dignidad social  con que un marido debe tratar a su mujer, y que distingue al verdadero matrimonio del concubinato, u otros tipos de cohabitaciones

- el affectio maritalis como manifestación externa del honor  mediante el cariño y el amor que ambos cónyuges debían prodigarse mutuamente. ¿Dilectio?

Más preocupado por la formación del vinculo, el derecho romano  no se interesó por la vida de la pareja ya que caída fuera del derecho, además de cierto rechazo a penetrar en el terreno reservado de la vida familiar. 

Plutarco dice de Porcia, la mujer de Bruto, que no había ido a su casa, como una concubina, para compartir su cama y su mesa, sino para instaurar “una comunidad de lo bueno y lo penoso” (Brutus, 13)

El matrimonio romano se iniciaba con el acuerdo de los jefes de las dos familias. El consentimiento del novio y de la novia era requisito esencial y absolutamente necesario para que el matrimonio tuviera validez legal.

Los demás ritos eran el compromiso, el acuerdo de la dote, la procesión ceremonial de la novia y de sus acompañantes hasta la casa del novio, el banquete de bodas, etc.  Todos ellos era una prueba del consentimiento.

Desde el punto de vista jurídico, al casarse, la esposa pasaba a estar bajo la autoridad (manus) de su marido. Así quedaba incorporada a la familia del marido (los juristas decían: como una hija) Quedaba asociada al culto familiar y por eso se decía que se ponía en común tanto en lo divino como en lo humano. 

En época imperial la mujer casada gozó de gran independencia. Ya no estaba bajo el manus del marido. El matrimonio acompañado de la manus ya casi había desaparecido. A partir de entonces la esposa era, desde el punto de vista social, una asociada al marido, por el lugar que se le reconocía en la vida social. Llevaba a cabo actos jurídicos y disponía de sus bienes. El régimen dotal romano era un régimen de “separación de bienes”.

El deber de fidelidad, si bien se imponía a los dos, solo estaba jurídicamente sancionado para la esposa. El adulterio del marido no era contemplado por el derecho remano. La falta cometida por la mujer fue mucho tiempo un asunto privado, que se juzgaba en el marco doméstico. La sanción tenia que ver con la venganza más que con el derecho. El único juez era el marido. La pena podía llegar hasta la muerte de la mujer y del cómplice. Era una venganza del ultraje más que el castigo de un delito.

En época imperial, cuando la mujer ya no estaba bajo la manus del marido -lo que la convertía en un ser incapaz- la ruptura matrimonial podía emanar de uno u otro esposo, y contra la cual no cabía ningún recurso.

No se prescribía ninguna formalidad específica, a menudo adoptaba la formula “llévate tus cosas” (res tuas tibi habeto).

Al ser un asunto de familia, ni el divorcio ni el repudio exigían ninguna intervención de la autoridad pública. No existían juicios de divorcio como tampoco existían actos oficiales de matrimonio. La vida de la pareja caía fuera del control de la ciudad. El problema de tener que demostrar la unión, o la ruptura, era una cuestión de hecho para lo que se admitían toda clase de pruebas.

Por mucho tiempo el derecho romano no se preocupó de la suerte de los hijos de un matrimonio con problemas. Hasta la constitución de 293 no se confió al juez la determinación de la custodia de los hijos varones.

La revolución antonina (cambios políticos y sociales bajo el emperador Adriano) introdujo una nueva moral, que en el caso del matrimonio imponía un sentimiento de igualdad entre los esposos. Nacía así el concepto de pareja, que viviría junta el resto de sus vidas. De este modo se frenaban los vicios del pasado. Así nació también la nueva mujer: la esposa cariñosa.

El debate se centró en el valor concedido a los placeres en la vida conyugal (afrodisia)

Plutarco “la igualdad de los esposos no era obstáculo para la existencia, en el interior de la célula conyugal, de una sutil jerarquía donde el hombre se convertía en el mentor de la mujer, en “el guardián de sus sueños”, ya que pensaba que no era posible dejar sueltas a las mujeres pues “conciben muchas ideas funestas, bajo designios y emociones” 

Así la concordia matrimonial garantizaba el orden social.

f. El matrimonio en el cristianismo

Todo empieza en el origen cuando se dice:

“Dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne” Génesis (2, 24)

Lo que distinguía al cristianismo del judaísmo era la creencia en la proximidad del reino de Dios y que por consiguiente la gente debía romper sus ataduras mundanas y prepararse para la inminente llega del reino.

El cristianismo primitivo era hostil a las obligaciones matrimoniales y familiares. Jesús insistía en que el matrimonio y los vínculos de parentesco debían ocupar un según plano frente a la preparación para el reino:

si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y a su madre, y a la mujer y a los hijos y a los hermanos y aun a su vida misma, no puede se mi discípulo” (Lucas 14,26) también (Mateo 10,37)

Pero en el evangelio agnóstico de Felipe, cuando habal de las especiales relaciones de Jesús con Maria Magdalena dice,

60. El misterio del matrimonio es grande, pues sin él el mundo no existiría. La consistencia del mundo depende del hombre, la consistencia del hombre depende del matrimonio. Reparad en la unión sin mancha, pues tiene un gran poder. Su imagen radica en la polución corporal.

61. Entre los espíritus impuros los hay machos y hembras. Los machos son aquellos que copulan con las almas que están alojadas en una figura femenina. Las hembras, al contrario, son aquellas que se encuentran unidas con los que están alojados en una figura masculina por culpa de un desobediente. Y nadie podrá huir de estos (espíritus) si se apoderan de uno, de no ser que se esté dotado simultáneamente de una fuerza masculina y de otra femenina —esto es, esposo y esposa— provenientes de la cámara nupcial en imagen. Cuando las mujeres necias descubren a un hombre solitario se lanzan sobre él, bromean con él (y) lo manchan. Lo mismo ocurre con los hombres necios: si descubren a una mujer hermosa que vive sola, procuran insinuarse e incluso forzarla con el fin de violarla. Pero si ven que hombre y mujer viven juntos, ni las hembras podrán acercarse al macho ni los machos a la hembra. Lo mismo ocurre si la imagen y el ángel  están unidos entre sí: tampoco se atreverá nadie a acercarse al hombre o a la mujer.

Aquel que sale del mundo no puede caer preso por la sencilla razón de que (ya) estuvo en el mundo. Está claro que éste es superior a la concupiscencia [... y al] miedo; es señor de sus [...] y más frecuente que los celos. Mas si [se trata de ...], lo prenden y lo sofocan, y ¿cómo podrá [éste] huir de [...] y estar en condiciones de [...]? [Con frecuencia vienen] algunos [y dicen:] «nosotros somos creyentes» (a fin de escapar de ... y) demonios. Si éstos hubieran estado en posesión del Espíritu Santo, no se les habría adherido ningún espíritu inmundo.

62. No tengas miedo de la carne ni la ames: si la temes se enseñoreará de ti, si la amas te devorará y te entumecerá.

Muchos de los primeros cristianos creían que el matrimonio socavaba el riguroso dominio necesario para poder alcanzar la salvación:

yo deseo que viváis sin inquietudes. El que no tiene mujer anda solícito de las cosas del señor y en lo que ha de agradar a Dios. Al contrario, el que tiene mujer anda afanado en las cosas del mundo y en cómo agradar a la mujer y se halla dividido”,.. de la misma manera, la mujer no casada o una virgen piensa en las cosas de Dios para ser santa en cuerpo y alma. Más la casada piensa en las cosas del mundo y en cómo ha de agradar al marido” (1 Co 7,32-34)  

Las actitudes cristianas respecto al matrimonio y la sexualidad marcaron un claro contraste con las religiones más antiguas.

Para  los hindúes casarse era un acto sagrado y la persona soltera o no casada era considerada impía, o al menos incompleta y no podía postularse para participar en ciertas ceremonias religiosas.

El Antiguo Testamento y otras enseñanzas judías llamaron al matrimonio mandamiento de Dios y celebraban la sexualidad dentro del matrimonio.

El Talmud dice que los estudiosos de la Tora debían casarse antes de embarcarse en sus estudios “pues quien no está casado estará poseído a lo largo del día por pensamientos sexuales”. En eso coincidían los primeros cristianos pero esa aceptación del matrimonio era mucho menos entusiasta: “pues mas vale casarse que abrasarse” (1 Co, 7,9)  

San Pablo habla del matrimonio del papel de la mujer en varios momentos

- Sobre la indisolubilidad del matrimonio (Co 7,10-11,49); (Ro 7,2-3);

- Sobre la sumisión de la mujer (Ef 5, 22-24),

- Sobre el amor y la ayuda del marido (Ef.. 5 25-30).

- Sobre el derecho de cada esposo sobre el cuerpo del otro (1 Co 7,3-5). a pesar que ve al matrimonio como “un remedio  contra la concupiscencia” (1 Co 7,2).

- Sobre la licitud del matrimonio lícito (1 Co 7, 28) pero

- El matrimonio sigue siendo inferior a la virginidad (1 Co 7, 37-38) Aunque también amonesta a los Gnósticos por su rifutio de la carne.

- El matrimonio como sacramentum En (Ef 5, 32) menciona por primera vez la dimensión sacramental al comparar la unión de los esposos con la unión de Cristo con su Iglesia (Ef 5, 25-30) el matrimonio simboliza esa unión.

El cristianismo primitivo era muy riguroso contra el divorcio y al poligamia.

Jesús declaró que el consentimiento del divorcio por parte de Moisés que provocó que se incluyera en las leyes judías del matrimonio, había sido una concesión a la debilidad y la tozudez del pueblo. La verdadera intención de Dios era que marido y esposa llegaran a ser una sola carne. “No separe pues el hombre lo que Dios ha unido” Mc 10,9).

Sin embargo, en la práctica, durante los primeros mil años la Iglesia cristiana era flexible con el divorcio. Durante mucho tiempo incluso predicó el divorcio para como un modo de proteger la monogamia. 

La influencia cristiana en la familia y el matrimonio romanos

El papel de la Iglesia en relación al matrimonio y la sexualidad es fundamental para explicar la persistencia de un mismo modelo matrimonial tanto tiempo hasta hoy.

El primer efecto directo de la influencia cristiana sobre la ley matrimonial romana, fue declarar como delito la bigamia.  

El único procedimiento para finalizar un matrimonio legalmente era el divorcio. Fue Constantino en 326 el que prohibió mantener simultáneamente una esposa y una concubina.

Diversos Decretos de los emperadores cristianos fueron modificando las formas de contracción de matrimonio. Restringiendo a las clases altas el lugar donde un célibe aristócrata podía elegir cónyuge, lo que suponía reducir el ámbito de elección. A las clases bajas sin embargo se les amplió las posibilidades al hacerles legalmente posible la legalización en el caso de parejas informales que estaban fuera de la ley como las parejas de esclavos (contubernium).     

Por influencia del cristianismo el ritual fue alejándose de las tradiciones romanas. La bendición nupcial de un sacerdote llegó a ser una obligación. Sin embargo las diferentes tradiciones germánica y romana se mantuvieron por un tiempo en el acto de la bendición.

En la Galia el sacerdote  impartía la bendición nupcial a la pareja mientras ésta permanecía en el lecho iglesia, poniendo énfasis en el hecho que el matrimonio se consumaba con la unión íntima de la pareja santificada por el ministro.

En Italia, sin embargo, la bendición el sacerdote la realizaba en la Iglesia, habitualmente junto a la entrada, mientras los contrayentes intercambiaban los consentimientos. De este modo el consentimiento pasaba a ser simbólicamente el elemento clave del rito.     

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La relativa continuidad doctrinal mantenida por la Iglesia desde el S-IV hasta el S-XX influyó en las bases del sistema de parentesco.

Es así como Goody explica la especificidad del matrimonio y el parentesco europeo a partir de la incidencia de las regulaciones eclesiásticas.

Otros teóricos, al contrario de Goody, ven los orígenes de la familia europea en el desarrollo del capitalismo o del protestantismo.

A partir del S-IV se desarrolló en Europa una concepción del parentesco que difería sustancialmente del modelo mediterráneo existente con raíces griegas, romanas y norteafricanas.

Sistemas de parentesco en la España medieval según Guichard (1971)

 

Sistema Oriental

Sistema Occidental

Sistema de descendencia

Patrilinial

Bilateral

Pareja conyugal

Por cohesión a causa de la patrilinealidad y la poligínia

Celula básica cognaticia i monogámica

Grupos de parentesco

Tribal - Linaje agnaticio

Únicamente la parentela

Alianzas

Endogamia. Preferencia por la hija del hermano de la madre

Exogamia. Valoración de las Alianzas

Posición de la mujer

Estricta separación de los sexos y exclusión de la mujer

No existe separación rígida de la mujer de la vida pública

Concepto de honor

Fundamentado en lo que se es, más que en lo que se posee

Vinculación a la posesión de un titulo o propiedad

Constantino en 320 promulgó una ley que relegaba a las jóvenes a un plano secundario: “en nombre de la incapacidad que supone la liviandad y la inconsistencia del sexo femenino”. Con esa ley el orden social descansaba en el matrimonio y en el derecho de propiedad y ambos debían ser protegidos por la ley y la administración.

Este cambio se produjo por intervención de la Iglesia que intentó controlar el grupo familiar para conseguir la transferencia de propiedades y riqueza para el sostén de sus miembros, que abandonaban sus grupos familiares para dedicarse a la vida religiosa.

Uno de los principales modos de ejercer ese control fue a través de la producción de un discurso ideológico de la sexualidad

La sexualidad en el cristianismo

Michel Foucault decía que desde la confesión medieval hasta las múltiples formas de autodescubrimiento  personal existentes hoy en día en Occidente, “la confesión ha sido y sigue siendo hoy, la matriz general que rige la producción del discurso verídico sobre el sexo” (1977:63)

Como el cumplimiento del deber conyugal y la procreación eran los dos únicos motivos legítimos para el matrimonio, la Iglesia no consideraba el amor como una finalidad de las relaciones conyugales.

No hacia falta el amor: “en vez de casarse por amor, se han de amar porque están casados”. Esto llevaba a la negación de la sexualidad en el matrimonio.

Así la condena del placer sexual, negando que el placer no era un fin legítimo del matrimonio, y la distinción entre fornicación –búsqueda del placer- y matrimonio –deber de procreación- se convirtieron en las bases de un sistema doctrinal que llegó hasta equiparar la búsqueda del placer sexual dentro del matrimonio al adulterio.

San Jerónimo (S-V): “todo amor por la esposa de otro es verdaderamente vergonzoso, y lo es también por la propia. No hay nada más infame que amar a la esposa como a una amante.”

Lo que ahora consideramos amor ha sido algo desconocido en la doctrina cristiana de todos esos siglos.

Se distinguía entre amor cristiano, visto como superior, y amor humano natural, que no era condenable, pero que podía ser peligroso, porque podía conducir a actividades no aceptables moralmente.    

Muchas de las justificaciones eclesiásticas sobre el placer y el amor, parten de las teorías agustinianas sobre la concupiscencia, según la cual, el hombre mantiene después del pecado original una fuerza intrínsicamente mala que ni el bautismo puede eliminar. El acto conyugal solo será legítimo si tiene como finalidad la procreación que es una buena causa, que contrarresta los aspectos malos.

El objetivo de la procreación asigna papeles diferentes al hombre y la mujer en relación a la sexualidad. El hombre tiene derecho a gozar del acto sexual con fines reproductivos por ser el único modo de procrear. La mujer, al contrario, no es imprescindible que goce, estando obligada a satisfacer al marido sin que ella misma goce de su sexualidad. No podía llevar la iniciativa sexual.

El Concilio de Trento varió algunos aspectos. Algunos teólogos propusieron, en contra de la tendencia general, que la mujer tenia iguales derechos sobre el cuerpo del marido.

Este debate recoge dos tradiciones médicas que diferían sobre la naturaleza de la sexualidad femenina: la de Galeno/Hipócrates y la de Aristóteles.

Para Galeno la mujer, igual que el hombre, emite una especia de semen en el momento de la copulación, que solo se segrega mediante el placer sexual. Por eso no hay fecundación sin placer sexual.

Para Aristóteles la mujer solo tiene un papel pasivo en el acto sexual, ya que la sangre menstrual era fecundada por el semen. Así, el placer masculino es imprescindible para producir el semen, pero en el caso de la mujer no es necesario para la fecundación.

Estas ideas del cristianismo sobre la sexualidad no provenían de los textos bíblicos.

El Antiguo testamento loaba el amor carnal, no condena el placer sexual ni la contracepción y hasta se admiten ciertas relaciones extramatrimoniales.

El Nuevo Testamento tampoco justifica la procreación como la única finalidad del matrimonio, existiendo justificaciones acerca de la necesidad del amor conyugal.

Por este motivo, en los primeros siglos del cristianismo se valoró la castidad, a imitación de Cristo, pero no tanto las finalidades exclusivamente reproductivas del matrimonio, estando admitido el matrimonio entre sacerdotes.

La concepción del matrimonio y la castidad cambió radicalmente cuando la Iglesia se defendió de la presión de las sectas gnósticas del S-II que se decía que practicaban el sexo de manera generalizada. A partir de entonces, la Iglesia empezó a condenar las relaciones sexuales por placer, adoptando una posición estoicista.

Esto se producía en un contexto en que la Iglesia se alejaba de la tradición romana para forzar el paso de una familia basada en sucesión y en el papel del pater familias a una familia fundada en la consanguinidad.

La dimensión social de matrimonio en el cristianismo

La mayor preocupación de la Iglesia sobre el matrimonio no fue la sexualidad sino el incesto y el consentimiento paterno o los matrimonios clandestinos.

La evolución de la definición del incesto por parte de la Iglesia católica romana es uno de los rasgos más intrigantes del matrimonio medieval.

Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamente daban elementos para sustentarlas.  

El grado de prohibición del incesto o matrimonio entre consanguíneos fue variando y justificándose teológicamente con diferentes argumentos, sin olvidar la importancia que tuvieron las dispensas papales

  • Hasta el S-V solo estaban prohibidas las uniones levíticas (con sus padres, hijos, hermanos, nietos).
  • A mediados del S-VI los sínodos empezaron a denunciar como incestuosa la práctica habitual en el Antiguo Testamento de casarse con la viuda de un hermano (levirato).
  • Durante los S-VI y VII los Obispos iniciaron un ataque contra los matrimonios con primos hermanos y hasta con segundos, madrastras, hijastras y viudas de los tíos.
  • El Concilio de Toledo de 653 lo amplió hasta el 7º grado canónico.
  • En 721 el Papa Gregorio II prohibió el matrimonio con una madrina del propio hijo o con la madre de un ahijado.
  • A finales del VIII era incestuoso casarse con parientes políticos o con parientes de alguien con quien alguna vez la persona en cuestión hubiese mantenido relaciones sexuales.
  • El Concilio de Letrán de 1215 lo redujo al 4º grado canónico de parentesco, lo que se mantuvo hasta principios del S-XX. El objetivo declarado del Concilio era poder imponer con mas rigor la proscripción. 
  • El Codex Juris Canonici de 1915 estableció el 3º grado que es el vigente.

Goody cree que el elemento fundamental de las prohibiciones, a parte de los ingresos por dispensas, fue la capacidad de control y de influencia de la Iglesia sobre la vida de las familias con importantes consecuencias en la estructura de los grupos de parentesco y las líneas de descendencia, lo que también influyó en la capacidad de acumulación de bienes para finalidades religiosas.

Estas prohibiciones según Coontz llegaron a constituir armas muy útiles en las luchas por de poder de la época. Y más cuando la Iglesia las aplicaba de manera errática e interesada.

La segunda preocupación, el consentimiento paterno o los matrimonios clandestinos, desde el S-VIII el consentimiento paterno no era necesario para el matrimonio, solo era necesario el consentimiento mutuo de los cónyuges.              

En el Concilio de Ruan de 1072 se estableció que las únicas condiciones para celebrar el matrimonio eran estar en ayuno, antes del mediodía, en publico, la novia un velo en la cabeza, y que se pronunciaran las formulas rituales. La presencia del sacerdote estaba recomendada pero no era imprescindible.

El Concilio de Trento de 1563 mantuvo el consentimiento de los cónyuges pero limitó la celebración de matrimonios clandestinos.

Elevó el matrimonio a la categoría de sacramento

Obligó a la presencia del sacerdote,

Necesidad de presentar los capítulos matrimoniales,

Necesidad de inscripción en el registro parroquial 

Incrementó de la edad del matrimonio 20/18

Prohibió el casar a los vagabundos

Adopción por parte de la mujer del nombre del marido

Para los primeros cristianos el sentido de la vida conyugal no consiste en la búsqueda de la felicidad carnal, sino en hacer viable la sociedad, aunque eso obligara a la disciplina sexual.

La palabra domus designaba la casa, pero también la familia. La casa alcanza el cenit de la representación social permitiendo una tregua entre los dos sectores enfrentados del cristianismo primitivo: los ascéticos que rechazaban las relaciones sexuales en el matrimonio y los defensores del proyecto paulino de una honesta vida conyugal.

Este modelo de casa cristiana se oponía al modelo de casa romana, de carácter patriarcal, en la que la esposa carecía de un papel dirigente.

Pero en este nuevo modelo de casa cristiana primitiva aun no estaban asegurados los futuros valores cristianos: el lecho conyugal único, el valor de los hijos, el rechazo de las técnicas anticonceptivas, la adecuación de la sexualidad a la doctrina, el respeto a la memoria de los viudos y la negación del levirato.

San Agustín (354-430) en su obra “Sobre el matrimonio perfecto” defiende la vida sexual conyugal como algo que pertenece a Dios, y no al diablo como defendían los gnósticos. El matrimonio para él era un sacramentum, o sea, un signo visible de la mano de Dios, y por eso era uno e indivisible.

Pero San Agustín no resolvió el problema acerca de la posibilidad de las relaciones sexuales con la esposa. En este sentido, Capella (410-439) propone la vuelta a los valores clásicos romanos relacionados con la recuperación del cuerpo como espacio de los placeres.

San Isidoro de Sevilla, en su Libro XX de las Etimologías epitomíza la tradición de San Agustín y de Capella con su definición de adulterio:

la responsable siempre es la mujer, la única capaz de convertir el deseo en realidad”.

Con ello empieza el largo debate bajo medieval  acerca del matrimonio.

En el siglo VII existía la creencia de que la Virtus –el valor guerrero- se propagaba por la sangre. La función del matrimonio era por tanto transmitir de padres a hijos la cualidad genética de una determinada “raza” al igual que en Roma se heredaban las tierras o los honores al interior de la Gens.

Según Goody, en las Disposiciones de Gregorio I (540-604) encontramos las bases de la familia europea, vigentes durante siglos y que se fundamentan en seis medidas básicas promovidas por la Iglesia:

1. La voluntad del individuo y la pareja conyugal en el matrimonio, en contra del grupo definido por el derecho romano, fuertemente influenciado por la filiación y la transmisión de una generación a otra.

2. La libertad de la mujer para acceder a la propiedad, contrariamente a las disposiciones civiles. Por ejemplo, la recomendación de que las viudas no se volvieran a casar para que diesen sus bienes a la Iglesia.

3. Los obstáculos puestos a la adopción. Mientras que en el derecho romano la adopción legal estaba muy extendida, la Iglesia la substituía por una relación de parentesco simbólica espiritual como el padrinaje, que negaba la filiación.

4.   La condena del concubinato. Institución muy frecuente, condenada no tanto por la convivencia sino por los hijos ilegítimos que quedaban fuera de la herencia.

5.  La imposición ya a partir del S-IV del celibato de los sacerdotes. Esto supuso la proliferación de sacerdotes con concubinas, lo que no era visto como problemático, sino que lo que interesaba era dejar a los sacerdotes sin descendencia legal para que revirtieran en la Iglesia sus bienes.

6. Intensificación de las prohibiciones de los matrimonios consanguíneos lo que supuso la intervención de la Iglesia en el control de las estrategias hereditarias y matrimoniales domesticas.

La Iglesia, ha mantenido una misma doctrina a lo largo de 16 siglos sin que se produjeran variaciones significativas resultado de las discusiones teológicas que si se han producido. El matrimonio se ha utilizado como instrumento de control (Duby, 1981:303) visto este como unión indisoluble entre dos personas iguales con el objetivo fundamental de la procreación.

A principios del S-X, para el pensamiento cristiano el matrimonio tenía como función asegurar la procreación y atemperar la sexualidad de los hombres.

El matrimonio vive una evolución que lo convertirá de la mano de la iglesia, en monógamo, indisoluble y exógamo.

La imposición de este modelo no será fácil. Las zonas de tradición romana vivieron divorcios por mutuo acuerdo hasta el S-VIII. Mientras que los germánicos ejercían el repudio, a menudo justificado por la esterilidad femenina. Además, las sociedades germánicas como la merovingia, estaban bien organizadas en formas matrimoniales poligínicas, con dos niveles de unión estable, a más del concubinato.

Con la culminación del matrimonio sacramental, se alcanza el rechazo de las uniones clandestinas, inestables o de consideración incestuosa o irregular. A partir de ese momento en las ceremonias matrimoniales participa un cura que aplica una liturgia expresa. En el S-XII la iglesia elabora y aplica un derecho canónico propio que se desarrolla plenamente en el S-XIII.

g. El matrimonio en el feudalismo

La consolidación de los linajes baronales y las familias burguesas a partir del S-XII imponen una agnación que arrincona a la mujer

La actividad reproductora propia del matrimonio, se aleja de la interpretación desde la valoración personal de los contrayentes pasando a ser un aspecto muy importante del grupo familiar. La reproducción afecta ahora a todo el linaje. Por eso, el control de útero femenino se transforma en un aspecto crucial ya que por él pasa la continuidad y la pureza del linaje. A la mujer se le exige una virginidad que no tiene parangón en el hombre.

El patrimonio se va concentrando en una única cabeza masculina que va concentrando los derechos familiares

Los feudales utilizaban un tipo de matrimonio “incestuoso” para organizar el territorio y eso enfrento a los nobles con la iglesia

El matrimonio entre feudales era una unión entre dos linajes, un acuerdo entre hombres por medio de una mujer que uno de ellos entrega al otro y con residencia virilocal.

En esto reposa la importante costumbre del avunculado: la relación que un hombre mantiene con el hermano de su madre.

La figura del hijo de la hermana (nepos ex sorore genitos) es la clave de la bóveda del orden feudal al simbolizar el encuentro de 2 linajes, el paterno y el materno, dando paso a la concepción bilateral de la herencia, mostrando la importancia de las mujeres.

Todas ellas procedían de un escalafón superior al de los hombres ya que llevaban consigo la “sangre noble”, la que vinculaba con los antepasados ilustres.

Pero el matrimonio feudal insistía peligrosamente en el tema bíblico de la parentela como lugar donde buscar esposas. La autentica Dilectio se veía impedida por la “corrupción” que suponía desposar a la prima.

En el Concilio de Worms  - Papa Calixto III - se estableció la disciplina, la monogamia, los placeres del cuerpo, la ocultación de la sexualidad.

Para los nuevos burgueses la propiedad se veía como un bien de mercado. Para los feudales la propiedad era algo heredado que venia de sus antepasados, y que se podía ceder mediante pactos de homenaje.

En las ciudades europeas del S-XI el matrimonio se convirtió en un marco de sociabilidad. La práctica jurídica se aleja de la moral y centra su interés en los derechos de propiedad en el matrimonio.

La casa pasa a ser el símbolo de la dilectio matrimonial, diferenciándose del castillo feudal. La casa no ostenta la solemne presencia masculina. En ella se trata de una presencia femenina, maternal, con raíces en la doctrina cristiana.

La Eva de los relieves de la Catedral de Autun de 1130 es la primera imagen de una mujer tentadora.

Fragmento del dintel que se puede ver en el Museo Rolin en Autun. Representa a una Eva deslumbrante en la ingravidez,en una pose lasciva que sumerge al visitante en una profunda emoción.

Cuando en la década de 1160, el espíritu o amor cortés se hizo realidad, el matrimonio se redefinió para mejorar la situación de la mujer en la sociedad.

En este contexto apareció la novela de Chretien de Troyes “El Caballero de la Carreta”, una sutil descripción del adulterio de la Reina Ginebra con Lanzarote del Lago en presencia de su marido El Rey Arturo.

En la novela europea del S-XII se ofrece una crítica del modelo matrimonial cristiano pero no se logró redefinirlo en términos modernos.

Así es como el amor trata de abrirse camino. En la alta edad media el amor define una pasión excesiva, relacionada con la cupiditas y el ardor libidinis, ajeno por tanto a la dilectio propia de los esposos, que había de basarse en la caridad cristiana.

Con el amor cortes se produce una reivindicación del amor visto como una pasión tanto física como espiritual que lo justifica todo, hasta su carís abiertamente adultero. 

Por eso todo el combate contra el adulterio, que en la alta edad media era considerado como uno de los pecados más graves, supuso un reforzamiento de la institución matrimonial al ser esta la base de la organización social, preservando al propio linaje y reafirmando la posición dominada de la mujer.

h. El Matrimonio a principios de la Edad moderna

i. El matrimonio a partir de la Ilustración

Desde finales del S.XVIII hasta la décadas de 1950-60 hubo una continuidad básica en cuanto a los desarrollos de los ideales y las conductas matrimoniales.

En el S-XVIII la gente empezó a adoptar una nueva y radical idea de que el amor debería ser la razón de mayor peso para casarse y que los jóvenes debían tener la opción de elegir a su pareja sobre la base del amor.

La sentimentalización del matrimonio basado en el amor del S-XIX y su sexualización en el S-XX fueron los pasos lógicos de este nuevo enfoque del matrimonio.

Hasta finales del S-XVIII, la mayor parte de sociedades pensaba que el matrimonio era una institución económica y política demasiado importante como para dejarla en manos de la libre elección de los dos implicados, sobre todo si estos pensaban basar su decisión en algo tan irracional y transitorio como el amor.

Tan pronto como apareció por primera vez la idea de que el amor debía ser la razón central del matrimonio y el compañerismo su objetivo básico, los observadores de esa época ya advirtieron sobre el peligro que los valores que debían servir para fundamentar el matrimonio como relación, contuvieran el germen que socavaría su estabilidad como institución.

Así fue como los rasgos que en principio prometían hacer del matrimonio una relación tan única valorada abrían el camino para que el vínculo terminara siendo optativo y frágil.

Tan pronto como se impuso el ideal del casamiento por amor y de la intimidad para toda la vida, comenzó a existirse el derecho a divorciarse.

Tan pronto como se llegó a reconocer la obligación de satisfacer las necesidades de los hijos, se empezó a considerar que las sanciones legales a los hijos ilegítimos eran inhumanas.

Se empezó a pedir igualdad de derechos para las mujeres a fin de que pudieran sobrevivir económicamente sin tener que condenarse a un matrimonio sin amor.

Hasta se empezó a pedir que se despenalizara el amor homosexual bajo el argumento que de debía tener libertad  en temas de amor.

¿Por qué en la década de los 1970 se derrumbó el matrimonio “de toda la vida” y el modelo de familia mantenida por el marido. ¿Por qué no se derrumbó en las crisis anteriores de 1790, 1890 o 1920. la razón es que en esas épocas eran muy pocos los que podían permitirse actuar siguiendo sus aspiraciones de amor y satisfacción personal.   

Para entender esta inestabilidad del matrimonio basado en el amor, tenemos que ver que a lo largo de la mayor parte de la historia del matrimonio éste no fue una cuestión relacionada con las necesidades y deseos individuales de una hombre y una mujer ni de los hijos que concibieran. El matrimonio tena tanto que ver con obtener una familia política y aumentar la fuerza laboral familiar, como con encontrar un compañero/a .

Frente a las dos teorías más difundidas sobre como se consolidó el matrimonio en los orígenes de esta institución

-        para que los hombres pudieran proteger a las mujeres

-        para que los hombres pudieran explotar a las mujeres

El matrimonio surgió como respuesta a las necesidades del grupo más amplio. Convirtió a los extraños en parientes. Extendió las relaciones de cooperación más allá de la familia inmediata o la banda cal crear redes mas amplias de parientes políticos.

Durante siglos el matrimonio cumplió muchas de las funciones que hoy cumplen los mercados y los gobiernos:

-        organizaba la producción y distribución de los bienes y las personas,

-        establecía alianzas políticas económicas y militares,

-        coordinaba la división del trabajo por género y por edad

-        determinaba los derechos y obligaciones personales en sexo, sucesiones,

La mayor parte de sociedades establecían reglas muy precisas sobre como se debían concertarse el matrimonio para que cumpliera estas funciones. 

Matrimonio y amor

Durante la mayor parte de la historia fue inconcebible que las personas eligieran a sus compañeros basándose en algo tan frágil e irracional como el amor y que luego concentraran todos sus deseos sexuales, íntimos y altruistas en el matrimonio resultante de esa elección.

En realidad muchos historiadores, sociólogos y antropólogos pensaban que el amor romántico era un invento occidental reciente, lo que no es cierto. Pero rara vez en la historia el amor fue considerado como la razón principal para casarse.

Cuando alguien defendía tan extraña creencia no provocaba ninguna risa ya que su opinión constituía una seria amenaza al orden social.

-   en la antigua India enamorarse antes de casarse era una conducta juzgada rebelde, casi antisocial,

-    los griegos creían que el mal de amores era una variante de la locura, idea que tuvo continuidad en la edad media

-  Los franceses medievales definían el amor como un desarreglo del espíritu, que podía curarse teniendo relaciones sexuales, bien con la persona amaba, o con alguna otra,

-    En China el amor excesivo entre esposa se consideró una amenaza a la solidaridad con la familia extensa. Los padres podían obligar a un hijo a divorciarse si la conducta de la esposa no les complacía. También podían exigirle que tomara una concubina si la esposa no le daba un hijo. Podían obligarlo a divorciarse si el amor romántico hacia su esposa rivalizaba con la dedicación de tiempo y trabajo hacia sus padres En lengua china la palabra amor tradicionalmente no se aplicaba a los sentimientos entre esposos, sino a la relación ilícita, socialmente desaprobada. En 1920 un grupo de intelectuales inventó un nuevo vocablo para designar el amor entre cónyuges. 

-     En Europa del S-XII-XIII el adulterio llegó a idealizarse como la forma más elevada de amor: cuando en la década de 1160, el amor cortés se hizo realidad, el matrimonio se redefinió para mejorar la situación de la mujer en la sociedad. En este contexto apareció la novela de Chretien de Troyes “El Caballero de la Carreta”, una sutil descripción del adulterio de la Reina Ginebra con Lanzarote del Lago en presencia de su marido El Rey Arturo. En la novela europea del S-XII se ofrece una crítica del modelo matrimonial cristiano pero no se logró redefinirlo en términos modernos. Otro ejemplo es el de Eloisa y Abelardo, amantes que se fugaron y ella rechazó la oferta de matrimonio por temor a perder el amor.


BIBLIOGRAFIA

E. Coontz. Historia del matrimonio. Cómo el amor conquistó el matrimonio. Gedisa, 2005

Luis Rojas Donat. Para una historia del matrimonio occidental. La sociedad romano-germánica, siglos VI-XI. Teoría 14(1): 47-57, 2005