Blog de Juan-Luis Alegret

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5 oct 2008

El circo del arte moderno


Cuando vi citado por primera vez en un diario, el nombre de Robert Hughes, no me llamó la atención, simplemente porque no sabia quien era. Sin embargo rápidamente me fijé en la foto que de él se mostraba y que es la que acompaña este post. Fué su pinta, sentado en una silla, con tejanos y deportivas, grueso, con un bastón y aire de vividor cansado y con el Palau de la Música como decorado, lo me inspiró confianza de inmediato tratandose de un critico de Arte considerado de los mejores hoy dia. Sin embargo lo que provocó que me fijara definitivamente en él y retuviera su nombre fué el hecho "insolito" en estos lares que dijera que detestaba la Sagrada Familia y se justificara diciendo"probablemente digo todo esto, porque soy un ex católico al que no le gusta el fanatismo religioso". Un tipo asi me inspira cierta confianza.
Es por eso que leyendo el artículo de Vargas Llosa Tiburones en formol publicado en el País el 5-10-2008 al citar a Hughes me acordé inmediatamente de lo que había leído sobre él y más cuando Vargas Llosa dice que Hughes es de los poquísimos críticos de arte que ha estado denunciando el papanatismo de Damien Hirsty y todo el tinglado que se tienen montado a su alrededor. Sin embargo lo que me ha movido a escribir esto es la descripción que hace Vargas Llosa del estado de la cuestión en relación al Arte Moderno y su papel en el mundo contemporáneo. Dice Vargas Llosa: "El arte moderno es un gran carnaval en el que todo anda revuelto, el talento y la pillería, lo genuino y lo falso, los creadores y los payasos. Y -esto es lo más grave- no hay manera de discriminar, de separar la escoria vil del puro metal. Porque todos los patrones tradicionales, los cánones o tablas de valores que existían a partir de ciertos consensos estéticos, han ido siendo derribados por una beligerante vanguardia que, a la postre, ha sustituido aquello que consideraba añoso, académico, conformista, retrógrado y burgués por una amalgama confusa donde los extremos se equivalen: todo vale y nada vale. Y, precisamente porque no hay ya denominadores comunes estéticos que permitan distinguir lo bello de lo feo, lo audaz de lo trillado, el producto auténtico del postizo, el éxito de un artista ya no dependa de sus propios méritos artísticos sino de factores tan ajenos al arte como sus aptitudes histriónicas y los escándalos y espectáculos que sea capaz de generar o de las manipulaciones mafiosas de galeristas, coleccionistas y marchands y la ingenuidad de un público extraviado y sometido..... Como hemos renunciado a los cánones y a las tablas de valores en el dominio del arte, en éste no hay otro criterio vigente que el de los precios de las obras de arte en el mercado, un mercado, digamos de inmediato, susceptible de ser manipulado, inflando y desinflando a un artista, en función de los intereses invertidos en él".
Ahora solo me queda saber si Rafael Argullol ha escrito algo sobre el tema, para definitivamente, y aun confesándome un ignorante de la critica de arte, pero instalado en el sentido común, poder suscribir todo lo que dice el literato peruano y que yo ya intuía. ¿Se trata del arte tóxico?, versión cultural del fenómeno financiero-especulativo tan frecuente en nuestros días

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen comienzo