Blog de Juan-Luis Alegret

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25 mar 2020

El cuerpo como objeto: la construcción social del cuerpo

En toda cultura, el modo de organizar la relación con el cuerpo refleja el modo de organizar la relación con las cosas y el modo de organizar las relaciones sociales (Baudrillard, 1974: 185). 
De aquí que como individuos tengamos ideas bien concretas de cómo queremos que los otros nos vean, y de aquí también que los sistemas sociales otorguen mucha importancia a cómo los individuos presentan su cuerpo ante los demás.



La problemática de la presentación pública del cuerpo la podemos considerar según 3 parámetros que son consubstanciales a la naturaleza humana como seres sociales que somos: 
1. la identidad,
2. el orden y jerarquización sociales y
3. la necesidad del intercambio.

Hablar de la presentación social del cuerpo quiere decir tomar en consideración el triángulo básico que podemos establecer entre el yo / propia identidad, el cuerpo y la sociedad.

Es dentro de estos tres parámetros de la lógica social que el valor simbólico del cuerpo adquiere relevancia.

Este valor simbólico se materializa en las acciones que realizamos con él mediante:
- la gestualidad y todo el conjunto de técnicas corporales,
- la imagen que –de una manera más estática queremos dar de nuestro cuerpo, esto que denominamos la presentación corporal.

Por lo que se refiere a esta presentación corporal tres coordenadas para la presentación corporal:
1. El cuidado general del cuerpo. Esto tiene que ver con la higiene, la estética, la manera de tener cuidado del pelo, el bronceado, los olores y el conjunto de todas aquellas señales externas que dan información sobre la salud del cuerpo y que hace que podamos hablar de una imagen saludable o bien enfermiza.

2. El uso que se hace de la indumentaria y la ornamentación corporal, tanto por lo que
se refiere a sus diferentes tipos con todas las significaciones que van asociadas: clase social, edad, género, orígenes étnicos, etc., como al hecho de usarla o no en determinadas ocasiones (por ejemplo el nudismo).

3. Las modificaciones corporales, es decir, el conjunto de aquellas técnicas destinadas a producir alteraciones permanentes o semipermanentes de manera voluntaria en una o más partes del cuerpo, sin que hayan razones de tipo terapéutico.

Los diferentes elementos que constituyen estas coordenadas son tan potentes que además de dar informaciones bien concretas sobre aquello que denominamos personalidad, son capaces de expresar pertinencia y posicionamiento, desde el punto de vista social y político.

1. Identidad
La identidad, tanto la personal como la social, es aquello que nos define dentro de una comunidad o colectivo y nos delimita de los demás.

Uno de los principales sentidos de la indumentaria es el de significar identidades de cualquier naturaleza, pero esta misma función la hallamos también en el cuidado general del cuerpo, así como en las modificaciones corporales.

Por lo que se refiere a la importancia que tiene el cuidado del pelo, por ejemplo, sabemos que “hair is one of our most powerful symbols of individual and group identity –powerful first because it is physical and therefore extremly personal, and second because although personal it is also public, rather than private” (Synnott, 2001: 103).

En ocasiones asociamos tratamientos determinados del pelo con personalidades muy concretas: bigotes de Charlie Chaplin, Hitler o Dalí, el cabello de Elvis Presley, etc.

El pelo puede constituir signos de identidad, especialmente por lo que se refiere a la identificación con colectivos de cariz étnico y religioso, así como los determinados por el género o la edad.
- la coleta que llevaban los hombres en la China tradicional,
- la costumbre de los sikhs de no cortarse nunca el cabello,
- la costumbre de llevar barba de estos mismos sikhs, los monjes cristianos ortodoxos, los amish o los judíos ortodoxos,
- el bigote característico de los miembros de los Alevis turcos, un movimiento de tipo esotérico religioso de orientación Shi’a que los diferenciaba de los sunitas.
- la moda de cabello afro que apareció a mediados de los años sesenta en los EEUU como muestra de orgullo entre mujeres afroamericanas, deviniendo un símbolo de identidad étnica y reivindicación política.
Ejemplos de modificaciones corporales en cuanto a su relación con las identidades.

Los tatuajes, las escarificaciones y los piercings constituyen en muchas sociedades signos de identificación étnica y de género, así como también cumplen estas funciones otros tipos de modificaciones de cariz más restringido como deformaciones corporales o amputaciones.

- los labios deformados de los suri en Etiopía,
- el cuello aparentemente alargado de les mujeres padaung en Burma,
- las mutilaciones genitales masculina y femenina practicadas en muchas sociedades,
- el limado de dientes propio de algunas sociedades subsaharianas,
- las modernas operaciones que pretenden invisibilizar rasgos fenotípicos del cuerpo que se identifican con colectivos muy determinados: redondeamiento de los ojos en personas de origen asiático, blanqueo de la piel, alisamiento del cabello o retoques de narices para evitar la nariz judía.

2. Orden social

El hecho de que los individuos seamos seres sociales comporta la organización, y uno de los aspectos propios de esta organización es el orden social.

El orden social son las formas de estructuración de las relaciones sociales, el conjunto de reglas y normas que rigen las relaciones entre los diferentes estratos de una determinada sociedad y que hace que también podamos hablar de jerarquización.

Este orden social, y en concreto también la jerarquización, lo expresamos de manera bien perceptible por parte de los individuos mediante la presentación social del cuerpo.

La presentación corporal dice cómo se nos tiene que entender dentro del sistema social.

Por lo que se refiere a la jerarquización, la presentación del cuerpo puede emanar autoridad y poder por una parte, y subordinación por la otra.

Todo esto se consigue mediante los tres ámbitos diferenciados que son las coordenadas básicas para nuestra presentación corporal: el cuidado general del cuerpo, la indumentaria y las modificaciones corporales.

Dada la importancia que tiene la presentación social del cuerpo, no nos tiene que extrañar que se dicten disposiciones para que la apariencia externa de la persona se corresponda con los criterios de orden social. Esta apariencia tiene la importante función de definir o enmarcar las reglas de interacción entre los individuos.

Múltiples ejemplos de cómo las modificaciones corporales pueden llegar a cumplir de manera muy clara estas funciones de ordenamiento social.

Se señalizan estatus social y adscripción grupal mediante tatuajes y escarificaciones realizados en cualquier parte del cuerpo, según la sociedad de la que se trate:

- Los antiguos fang del África ecuatorial mostraban tatuajes faciales con esta finalidad.
- La vieja costumbre de marcar la cara a los criminales costumbre que encontramos en la antigua Grecia, Roma, Japón, etc. tenía el objetivo de señalar de manera clara su condición de estigmatizados en cualquiera de las situaciones en las que se pudieran hallar.
- Recientemente se ha intentado promulgar una ley en Swazilandia para marcar con una señal indeleble en las nalgas a todo portador del virus de la SIDA.

La fuerza que tienen las modificaciones corporales como signos de orden dentro de la colectividad hace que muy a menudo los sistemas sociales excluyan explícitamente aquellos signos que no cuadran con sus ideales de orden.

La historia occidental del tatuaje, desde la prohibición de Constantino por sus connotaciones paganas a las sanciones sociales negativas que han experimentado hasta tiempos recientes son claros ejemplos de ello.

- los europeos que administraban las colonias en el África negra y Oceanía prohibían a menudo por ley las prácticas de los tatuajes y las escarificaciones,
- la prohibición del gobierno comunista chino de la práctica de tatuar el cuerpo en el caso de los pocos grupos indígenas que dentro de sus fronteras lo tenían como costumbre (por ejemplo en la isla de Hainan),
- el gobierno etíope prohíbe el tatuaje característico de los gumuz (González, 2007: 26),
- los indios americanos, que en el caso de adopción o secuestro de colonos blancos en tiempos de la conquista los tatuaban según sus propias costumbres dado que lo consideraban imprescindible para la integración social.

El deseo manifiesto de muchos políticos dentro del ámbito occidental de prohibir que las mujeres musulmanas lleven signos visibles como el hidjab o velo también ha de entenderse dentro de la dimensión de querer preservar un cierto orden social.

En vista de esta realidad, resulta fácil entender la componente subversiva que se percibe socialmente en cambios atrevidos de códigos de presentación corporal, y que cambios sociales que impliquen modificaciones en la jerarquía conduzcan también a cambios en la presentación del cuerpo.

El tatuaje también se presta para la protesta.

En las cárceles, los tatuajes pueden expresar una revuelta contra la deshumanización. Mediante el tatuaje se remarca la individualidad que intentan anular las rígidas normas penitenciarias; implica también un reto hacia los carceleros ya que, en estos medios, tatuarse está generalmente prohibido de forma explícita.

El cuerpo constituye un excelente campo simbólico para expresar protesta. Cualquier forma de modificar el cuerpo mediante tatuajes, piercings, deformaciones o amputación se puede entender como un atentado contra el orden social establecido.

Un cuerpo transformado es capaz de causar temor como la estética punk con los característicos y brutales imperdibles que se llevaban en la piel.

3. La necesidad de intercambio

Mediante la presentación pública del cuerpo decimos a los demás, en cualquier situación que nos podamos imaginar, qué tipo de interacción, de contacto, de intercambio queremos mantener con las personas con las que nos vamos encontrando.

La presentación social del cuerpo en una sociedad dada viene codificada según criterios como los de rol, estatus que regulan los posibles intercambios.

Solo hace falta pensar en los roles de género, en los casos concretos de jerarquía social en el orden laboral.

Hay elementos propios de la presentación social del cuerpo como es la indumentaria o el cuidado general que permiten una gran adaptabilidad a la situación correspondiente. Nos podemos poner o quitar la chaqueta, podemos escoger entre una camisa de colores chillones o una más formal, podemos ir bien afeitados o con la barba de un par de días, con más o menos maquillaje, dependiendo siempre de nuestras estrategias particulares en determinadas situaciones.

Otros, en cambio, como las modificaciones corporales, por ejemplo el tatuaje, cambian prácticamente de manera definitiva la imagen del cuerpo.

Las únicas partes del cuerpo que en nuestro sistema social quedan generalmente siempre visibles son la cara, el cuello y las manos. De aquí que muy excepcionalmente veamos tatuajes en estas partes del cuerpo.

El caso del hidjab
El uso de hidjab por parte de mujeres musulmanas residentes en países occidentales refleja perfectamente la importancia de los tres parámetros antes mencionados para entender nuestros comportamientos relacionados con la presentación pública del cuerpo: la identidad, el orden social y la necesidad del intercambio.

Está claro que entre las muchas significaciones del uso del hidjab, esta prenda constituye un recurso más para expresar un tipo de identidad colectiva, aquel que hace que la persona que la lleva se pueda sentir como formando parte de la umma .

Esto se pone de manifiesto de manera muy clara en países del Magreb o Turquía donde actualmente se revitaliza esta práctica o que incluso se introduce si es que no existía en la tradición propia del lugar. Se trata de un refuerzo de mensajes identitarios que hay que entenderlos en el contexto de la confrontación política del mundo islámico en relación con el occidental (Toualbi, 2000; Aixelà, 1999).

El mismo fenómeno se observa entre mujeres musulmanas descendientes de inmigrantes a pesar de haber nacido ya en un país occidental. A pesar de considerarse británicas, francesas, alemanas o españolas recurren al uso del hidjab para señalizar su pertenencia a una comunidad, la de la umma, que les da fuerza ante la discriminación que a menudo sufren por los orígenes no occidentales de sus familias.

La no aceptación como miembros con plenos derechos en su nueva sociedad propicia que las siguientes generaciones recurran a identificarse con un colectivo diferenciado dentro de la misma sociedad –el musulmán con finalidades instrumentales, la etnicidad instrumental.

El uso del velo o hidjab de las mujeres tiene evidentemente también mucho que ver con la problemática del orden social.

Esta alergia social a que las jóvenes musulmanas luzcan el hidjab en la escuela se puede deber a que la escuela simboliza la médula de la sociedad y las generaciones jóvenes son nuestro futuro.

Ya sabemos que un inmigrante en su nueva sociedad de acogida seguirá siendo en muy buena parte fiel a sus orígenes culturales pero el temor radica en el hecho de que estos diferentes contenidos culturales sean transmitidos a sus hijos que nuestro sistema educativo se esfuerza por asimilar.

Y en relación al tercer parámetro, el uso del hidjab marca también las posibilidades de intercambio dentro de situaciones determinadas en el espacio público.

En uno de los pasajes del Corán el islam justifica el uso del velo:

“¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas, a las mujeres creyentes, que se ciñan los velos. Ése es el modo más sencillo de que sean reconocidas y no sean molestadas […]" (El Corán,1980:XXXIII/59).
En este pasaje se señala claramente esta necesidad de codificar las reglas de intercambio.

Desde el punto de vista de la atracción corporal, una mujer con hidjab invita a la indiferencia a los que no son musulmanes.

Si en nuestro sistema social se fomenta actualmente la exhibición del cuerpo, se busca atraer miradas ya sea mediante la indumentaria, los tatuajes, el uso de cosméticos y otros recursos, con la práctica de llevar el hidjab las cosas son diferentes.

Recordemos que el uso del hidjab no comporta habitualmente solo el pañuelo sino que implica un comportamiento tendente a esconder las formas del cuerpo femenino.

Mediante el hidjab las mujeres bloquean su espacio a la mirada del otro. Pero al mismo tiempo, al señalizar una identidad, la musulmana, invita a la interacción con otros musulmanes.

Según las diferentes tradiciones locales y las situaciones concretas, es evidente que el uso del velo puede poseer connotaciones también muy diferentes, incluso contradictorias.

En Túnez, por ejemplo, el hecho de lucir el hidjab puede ser negativo para conseguir trabajo o bien puede ser positivo en otros contextos ya que las mujeres que lo usan pueden querer indicar con ello que no hay que poner en cuestión su honorabilidad a pesar de que se muevan en la esfera pública.

Pero en un caso y en el otro, el velo sirve para señalizar el tipo de intercambio con su entorno social al que se prestan estas mujeres.

La imagen corporal en nuestra sociedad
Cada vez es mayor la presión sociocultural, no sólo por estar delgado, sino por tener un cuerpo perfecto.

La presión provoca una insatisfacción constante en ciertas las personas, bombardeadas cada día por imágenes irreales, retocadas con photoshop, hechas en el ordenador.

Una persona puede recibir en un solo día unas 3.000 imágenes de este tipo, que proyectan cuerpos imposibles, más que retocados, cuerpos que no existen.

Por ejemplo, imágenes de mujeres muy delgadas pero con mucho pecho, cosa que ya se sabe que biológicamente es muy difícil.

¿A qué se debe este progresivo incremento de la obsesión por la imagen?

Es una cuestión de negocio, el gran negocio de hoy en día: la belleza, la alimentación, el ejercicio físico...

Hay interés en provocar esta insatisfacción para que se consuman una serie de productos: el negocio de cremas, de alimentos determinados, gimnasia activa o pasiva, o entre otras cosas, la cirugía estética, que cada día es más asequible. Todo esto influye en la visión de nuestro cuerpo, en la construcción social de los cuerpos.

Esta obsesión por el cuerpo ya no es cosa exclusiva de las mujeres. Influye e incluye ya también a los hombres.

Propuesta tipológica de los cuerpos según su proceso de construcción social:

La estética de la vida cotidiana urbana contemporánea es, para emplear el término de Jean Baudrillard, una estética de la simulación. A la vez que desaparece la función representativa de los signos, estos conservan su dimensión estética y lúdica.

Si en algunos contextos la vestimenta creaba, y sigue creando, a la persona y corroborando su identidad, ahora esta función se está ampliado también al cuerpo.

Identidad y cuerpo se están fusionando de tal manera que la apariencia, la máscara, la imagen juegan un nuevo y transformado papel en un contexto en el que la identidad es siempre provisional y efímera.

Ahora parece como si los objetos de la moda, aparentemente liberados ya de todo referente, obligaran a reexaminar permanentemente los códigos en juego, indiferentes a cualquier orden social tradicional.

Es así como el cuerpo ha podido llegar a “cosificarse” y se está convirtiendo en un icono cultural.

Un icono es un tipo de signo que se caracteriza por utilizar una combinación compleja de elementos para obtener una relación de semejanza, perceptible por los sentidos, entre el referente y el significado; por ejemplo el dibujo, boceto, escultura, foto de un león son iconos del mismo porque al asemejarse a él nos lo evocan, nos lo representan.

En nuestro caso, parece como si el cuerpo de cada persona fuera el referente que se intenta se parezca al modelo de belleza corporal que se quiere poseer, modelo que está socialmente construido por los dictados de la moda, la salud y el bienestar.

Los modelos propuestos de cuerpos que actualmente encontramos en nuestra sociedad y que actúan como ideal-tipos o metas a las que se quiere llegar son:

Cuerpo juvenil, saludable, libre de ataduras, desenvuelto, desnudo en su mayor parte. Este modelo lleva consigo la sexualización mediática del cuerpo como icono. Hoy el cuerpo como indicador de clase social esta siendo substituido por el cuerpo como indicador de estilo de vida. De este modo se explica la tendencia general a vestir ropas cada vez más cómodas, que no impidan el movimiento y el confort, lo mismo que hay una aspiración igualmente legítima y lícita a exhibir un cuerpo sano y hermoso resultado de una alimentación cuidada, equilibrada y sana.

Cuerpo freeky, totalmente informal, único, ante-todo diferente, para muchos grotesco, o que va en contra de todos los cánones, normas o convenciones clásicas sobre cómo debe ser o mostrarse el cuerpo.

Cuerpo construido: deportivo, manipulado mediante el body-building, y muchas veces llevado al límite, como en el caso del culturismo.

Cuerpo decorado: cuerpos con tatuajes, escarificaciones, piersings, brandings, incisiones subcutáneas; donde el cuerpo se utiliza para marcar culturalmente el tiempo, las vivencias, las sensaciones vividas o los futuros deseados.

Cuerpo quirúrgico: cuerpo sin edad, en estado de reforma o remodelación continua. Si en épocas anteriores el cuerpo, y en especial el de las mujeres, había sido moldeado por diferentes tipos de “aparatos” de belleza con la finalidad de conseguir una apariencia determinada de fragilidad, maternidad, opulencia, gracia o esbeltez; en la actualidad, la exhibición diaria de mayores partes del cuerpo desnudo en hombres y mujeres de todas las edades, impone a estos una nueva lucha contra la obesidad, la flacidez o simplemente contra algunas partes del propio cuerpo. Resultado de todo ello es la decisión de intervención continua cosmético-quirúrgica sobre el propio cuerpo hasta llegar a alcanzar un cuerpo sin edad, asépticamente bello, lo más próximo al modelo abstracto de referencia vigente temporalmente en nuestra sociedad. Este es el caso de muchas de las demandas a clínicas de cirugía cosmética y también es el caso de los cuerpos pensados y deseados de “Cambio radical” en los que ciertas corrientes del capitalismo médico y mediático está encontrado una fuente inagotable de negocio.
El caso del cuerpo quirúrgico ha supuesto la aparición de la cirugía cosmética, muy alejada de la cirugía reconstructiva de la que se alimenta insaciablemente. Para esta cirugía el cuerpo del “paciente” se transforma en el dibujo, boceto, escultura o foto del modelo de cuerpo que se toma como referencia. Así, referente –el cuerpo- y significado –el modelo- invierten sus papeles y la persona se transforma en un boceto de lo que desearía llegar a ser. Y todo ello “explicado” y “justificado” desde un discurso psicologísta y libertario donde cada persona, no solo tiene la libertad de creer lo que quiera, sino que también tiene la libertad de corporizarse como quiera.

Esta cultura de la modificación del cuerpo es la que está creando nuevos conceptos como el de la presunta “fealdad”, la obesidad “estética”, el tamaño “inaceptable” y para todo ello ofrece soluciones quirúrgico-cosméticas a modo de asesorías de imagen pero también, y sobre todo, a modo de psicoterapias, que en vez de solucionar problemas pueden llegar a producir nuevos problemas al convertirse en un modo o estilo de vida.

El problema en este caso radica en el hecho fundamental de la no aceptación de su propio cuerpo por parte del interesado.

Cuerpo que, lo quiera o no su portador, no solo es una parte de su imagen, de su identidad, sino también de su propia historia personal, cuando no de su propia conciencia social, y de tantas cosas es muy difícil huir.

Bibliografía referencia utilizada

Aixelà, Yolanda (1999) "Mujeres, espacio público y hiyab. Una reinterpretación del velo en Marruecos", en: M. Nash, M. J. de la Pascua, G. Espigado (eds.): Pautas históricas de sociabilidad femenina , Cádiz: Universidad de Cádiz, pp. 151161.
Baudrillard, Jean (1974) La sociedad de consumo, Barcelona: Plaza y Janés.
Martí, Josep. La presentación social del cuerpo: apuntes teóricos
y propuestas de análisis.

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