Los centros de datos ya se están convirtiendo en sinónimos de reindustrialización. En España, 30% de las nuevas solicitudes de conexión a la red en los últimos cuatro años ya corresponden a centros de datos. La Comunidad de Madrid concentra cerca del 60% de la capacidad instalada. Aragón está apostando muy fuerte por los centros de datos, declarando de interés general once megaproyectos con una teórica inversión privada de 47.000 millones de euros, que situaría esa región entre las zonas europeas con mayor capacidad compitiendo con Londres, Frankfurt y París.
Un centro de
datos no es más que una gran nave industrial de última generación diseñada para
alojar y gestionar grandes volúmenes de datos digitales en servidores y
sistemas informáticos y de telecomunicación, junto con sus sistemas de
respaldo. Su función principal es garantizar la disponibilidad, seguridad y
eficiencia energética en el procesamiento y almacenamiento de información
crítica para empresas, instituciones o plataformas digitales. A medida que se
expanden las aplicaciones digitales, las sesiones de streaming, el
almacenamiento de datos en la nube y se van desarrollando las aplicaciones de
la IA se necesitan más y más centros de datos. En los últimos dos años, la
potencia instalada en ellos en España se ha cuadruplicado.
Son instalaciones
que requieren inmensas Inversiones y que llegan a caballo de las grandes
compañías tecnológicas. En Aragón, los tres mayores proyectos los propone
Amazon, que ha anunciado una inversión de 15.700 millones de euros, básicamente
repartida en cuatro emplazamientos: Villanueva de Gállego, Huesca, el Burgo de
Ebro y Zaragoza. El proyecto de Blackstone superaría los 11.000 millones en
Calatorao (Zaragoza). Microsoft aparece con una inversión cercana a los 3.000
millones en Zaragoza. En Castilla-La Mancha Meta promete invertir cerca de mil
millones en Talavera de la Reina. Todo ello además del anuncio del gobierno español y el
gobierno catalán de presentar una candidatura, impulsada junto
con un consorcio público-privada
liderado por Telefónica, para construir un mega centro de datos
en Mora la Nova con una inversión prevista de casi 5.000 millones de euros
Estos centros de
datos se localizan, frecuentemente, en zonas rurales con mayor disponibilidad
de suelos industriales baratos y más proximidad a la producción renovable.
Cuentan casi siempre con un fuerte respaldo de las administraciones regionales
y locales que los presentan como motores de desarrollo local, con promesas de
empleo y revitalización. Se convierten así en un emblema de modernidad y de
conexión con los flujos de innovación. Ofrecen poder simbólico. Zonas agrarias,
zonas industriales en declive, zonas marginales se resignifican como
“territorios tecnológicos”, lugares de futuro. Huesca albergará el nuevo centro
de Amazon; Talavera de la Reina el de Meta, y Blackstone ha optado por
Calatorao, un pueblo de 2.900 habitantes en las proximidades de la Almunia de
Doña Godina en el sur de la provincia de Zaragoza.
Sin embargo, las críticas
a la construcción de estos mega centros de datos también existe. Ámsterdam en 2019
y los Países Bajos en el 2022, aprobaron moratorias a la instalación de centros
de datos. En 2019 Singapur también aprobó una moratoria. Dublín ha suspendido
la concesión de licencias hasta el 2028. El motivo detrás de estas moratorias o
prohibiciones ha sido el que los centros de datos consumen mucha electricidad y
requieren también mucha agua para su refrigeración. De ahí que el gran consumo
energético e hídrico puedan alejar otras posibles inversiones industriales con
mayor impacto económico, social y territorial. La experiencia de otros países
muestra que el impacto local de los Data Center suele ser modesto ya que no
dejan de ser un gran centro de almacenamiento de servidores con una demanda de
empleo cualificada muy limitada. El efecto arrastre es bajo comparado con otras
industrias. La capacidad de crear a su alrededor un ecosistema digital
innovador es real, pero no automática.

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